Parte 2 ¿Qué es un ídolo? -Se considera que el culto a “San La Muerte” es idolatría? ¿La Biblia dice algo al respecto?

Parte 2 ¿Qué es un ídolo? -Se considera que el culto a “San La Muerte” es idolatría? ¿La Biblia dice algo al respecto?

Descripción simbólica de la presencia demoníaca en la idolatría. La primera parte de esta reflexión mencionó la influencia demoníaca que está presente en la idolatría. Por lo menos dos textos bíblicos más afirman esta idea. Uno se encuentra en el Apocalipsis, un libro sumamente simbólico que transmite importantes verdades espirituales por medio del relato de visiones que recibe el apóstol Juan. Por ejemplo, él ve a dos ejércitos identificables como demoníacos, ya que su descripción incluye elementos de “escorpiones y serpientes”, rasgos asociados en la Biblia con el diablo (comparar Lucas 10.17-20, Apocalipsis 9.5, 9.19, 12.9). El primer ejército demoníaco sube del “abismo”, el destino que les corresponde a los demonios (Apocalipsis 9.1-2, 9.11, Mateo 9.29, Lucas 8.31). Esta horda lleva a las personas que no gozan de un compromiso con Jesús a desesperarse de la vida, deseando morir aunque “la muerte huye de ellos” (Apocalipsis 9.6); luego, un segundo ejército demoníaco incluso inflige la muerte física (Apocalipsis 9.13-18). A pesar de esto, los seres humanos que siguen con vida, no se arrepienten y “no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos…” (Apocalipsis 9.20). Es decir, siguen adorando a los mismos demonios que los llevan a desesperarse de la vida e incluso hasta la muerte misma. Rinden culto a lo que les hace daño. Este versículo nuevamente vincula la idolatría con la influencia demoníaca, como vimos en la primera parte de esta nota. Cabe mencionar que lo que se describe aquí coincide con lo que sabemos actualmente de las adicciones. Se sigue alimentando una adicción aunque daña al adicto. ¿Pueden, entonces, las adicciones encerrar un elemento demoníaco? ¿Pueden representar otro aspecto de la idolatría? Volvemos a recordar las palabras de Pablo, “no dejaré que nada me domine” (1 Corintios 6.12), refiriéndose al uso correcto del cuerpo para honrar al Señor. Solamente el Señor debe “dominarnos”. Los apetitos físicos pueden convertirse en una especie de dios que busca reemplazar al Señor en nuestra vida (Filipenses 3.18-19). La lucha espiritual, cómo ganarla. Como ya vimos en la carta de 1 Corintios, la lucha contra fuerzas malignas también ocupa un lugar relevante en los escritos del apóstol Pablo. Él enseñó que “La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!” (Efesios 6.12, Reina Valera Contemporánea). En este texto, por “principados y potestades” se entienden a fuerzas demoníacas poderosas. Aplicando este pasaje al tema de los dioses falsos, las Escrituras afirman que la lucha espiritual del cristiano no es contra los que practican, por ejemplo, alguna forma de idolatría (“gente de carne y hueso”), sino más bien las fuerzas que están detrás de este culto: sea adoración que se rinde a una imagen material, o bien, la avaricia, los apetitos desmedidos, las adicciones. En nuestra sociedad a veces se sincretiza por un parte, la adoración a Dios y Jesús, y por otra, el culto a seres creados, a sus imágenes y otras formas de idolatría. Recordemos que el Señor no quiere que intentemos tener comunión con Él por un lado y con los demonios por otro (1 Corintios 10.19-22). La veneración de santos populares como San La Muerte, u otros oficiales, puede parecer inocente e incluso atractiva. Sin embargo, al rendir culto a seres creados o sus imágenes, no dejan de ser formas de idolatría. Los seres demoníacos, al restarle adoración a Dios y transferírsela a seres creados o algo que se origina en este mundo, entablan una feroz batalla para la lealtad de las almas de los hombres. La lucha del cristiano no es contra “gente de carne y hueso” sino contra las fuerzas que inspiran éstas y otras manifestaciones del mal en el mundo. Las armas espirituales a favor de los cristianos fieles son poderosas: la verdad, la justicia, el evangelio de la paz, la fe, la salvación, la palabra de Dios y especialmente la oración (Efesios 6.10-20, Marcos 9.29, Apocalipsis 12.10-11). Finalmente, es necesario recordar que las personas que promueven el culto a seres creados o sus imágenes pueden dar la apariencia de ser auténticas voces cristianas que abogan por un culto a imágenes aparentemente inofensivo e incluso benigno. No olvidemos que las apariencias pueden engañar: Satanás mismo “se disfraza de ángel de luz” (1 Corintios 11.14). No hay que dejarse engañar por cualquier culto a seres creados o sus imágenes. Es idolatría y una puerta abierta para la influencia demoníaca.

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Parte 1 ¿Qué es un ídolo? -¿Se considera que el culto a “San La Muerte” es idolatría? ¿La Biblia dice algo al respecto?

Parte 1 ¿Qué es un ídolo? -¿Se considera que el culto a “San La Muerte” es idolatría? ¿La Biblia dice algo al respecto?

Apariencias que despiertan sospechas.

La imagen tallada de un esqueleto con guadaña en la mano suele inquietar al que, por vez primera, se cruza con un nicho donde se venera al personaje “San La Muerte”. Al ver algo con apariencia tan nefasta, uno razona, ¡no puede ser de Dios! Seguramente es certera dicha reacción a este extraño culto sudamericano, popular en el litoral argentino y con una presencia en auge en el Gran Buenos Aires. No obstante, la Biblia nos indicará que la certeza del rechazo no radica solamente en lo instintivo. Cuenta la leyenda que un jesuita de la época de Carlos III realizaba obras de bien entre los leprosos, sin contar con la aprobación oficial de la iglesia. Finalmente fue encarcelado por no someterse a las autoridades religiosas. Como protesta, el jesuita hacía ayuno de pie, posición en la cual todavía se encontraba después de fallecer. Por su énfasis en las buenas obras realizadas por el jesuita, esta leyenda le atribuye un origen casi noble a “San La Muerte”. ¿Puede, entonces, haber algo positivo en el culto rendido a su imagen tallada?

Cuando las apariencias engañan: la idolatría.

Para evaluar el culto a San La Muerte es necesario primero entender el término “idolatría”, recurriendo a la Biblia en busca de una definición. Esta investigación nos lleva a la Epístola a los Romanos donde vemos que la idolatría consiste en rendir adoración a cualquier ser humano u otra criatura en vez del Creador. Los idólatras “han cambiado la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, y hasta por imágenes de aves, cuadrúpedos y reptiles” Romanos 1.23 (ver en el contexto del 1.18-23). “San La Muerte”, aun con su vestimenta de esqueleto con guadaña, no deja de ser la “imagen de un hombre”, y por lo tanto, al rendirle culto, uno incurre en idolatría. La definición que derivamos de la cita de Romanos para “idolatría” es, entonces: “la adoración de la imagen de un ser humano u otra criatura en vez del Creador”. Los únicos dignos de adoración en la Biblia son Dios Padre y el Hijo, por medio de quien “todas las cosas fueron hechas” (Juan 1.3; ver Apocalipsis 4.9-11, 5.11-13), y a quienes nos acercamos “en el Espíritu Santo” (Efesios 6.18). Todos los demás seres son criaturas, no Creador, y al adorarles se comete el pecado de la idolatría. Es más, la Biblia habla directamente de adorar al Padre y al Hijo, no a su “imagen”. En cuanto a “San La Muerte”, la idolatría no consiste en la apariencia posiblemente nefasta del ídolo, como en el caso de “San La Muerte”, sino en el hecho de la adoración en sí. Existen otras imágenes más atractivas, incluso oficialmente aprobadas, que también caen dentro de esta definición. Al venerar a un ser humano, u otra criatura (como por ejemplo, un ángel), se idolatra.

Ídolos vacíos, fachadas que ocultan fuerzas del mal.

En primer lugar, las Sagradas Escrituras no sólo condenan la idolatría sino también hacen hincapié en su inutilidad. Por ejemplo, el Salmo 115.3-8 señala que los ídolos no pueden oír o ver, y por este motivo es inútil intentar comunicarse con ellos. A pesar de que no hay otro Dios fuera del Señor, los hombres incluso fabrican falsos dioses de la misma madera que usan para calentarse (Isaías 44.6-20). En cambio, el Dios verdadero sí recompensa a quienes lo buscan (Hebreos 11.6). Sin embargo, la inutilidad no es el único peligro que acarrea la adoración de ídolos. Aunque un ídolo no es en realidad más que un pedazo de piedra o madera, al rendirle culto, según la Biblia, se adora a un demonio. Esto lo sabemos por la enseñanza del apóstol Pablo en 1 Corintios 10.18-22. En este contexto primero él hace referencia a los legítimos sacrificios a Dios que se realizaban en el Antiguo Testamento. Estos sacrificios eran una especie de “comunión” con el Señor. En cambio el apóstol clarifica que aunque “el ídolo no es nada”, es decir, es solamente un pedazo de algo material, “cuando los paganos [le] ofrecen algo en sacrificio, se lo ofrecen a los demonios”. Pablo no quería que los cristianos de Corinto participasen de la comunión cristiana, por una parte, y por otra, de la comunión con los demonios presentes en la idolatría. Es decir un contacto con lo demoníaco se efectuaba al rendirle culto al ídolo. Debido al origen pagano de la mayoría de los cristianos de Corinto, y el medio ambiente en el cual todavía se movían, ellos tendrían amplias oportunidades para participar del culto a ídolos.

Ídolos que suelen no reconocerse como tales.

Sabiendo esto, cabe afirmar que la práctica de venerar imágenes de cualquier tipo no es justificable por la palabra de Dios, ya que adorar a seres creados resta honor al Creador, una actitud que favorece a las fuerzas espirituales malignas. Sin embargo, la idolatría no consiste solamente en adorar imágenes hechas de piedra, madera, yeso o pintadas en un cuadro. Por ejemplo, la Biblia incluye la avaricia dentro de las actividades que pueden considerarse como idólatras: es “una especie de idolatría” (Colosenses 3.5). El Señor Jesús enseñó: “No pueden servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16.13). Nuestros “apetitos” pueden llegar a ser ídolos no hechos por manos humanas. Pueden llegar a ser nuestro “dios” (Filipenses 3.18-19). Por este motivo Pablo afirma que “no dejaré que nada me domine” (1 Corintios 6.12). El Señor Jesús es “para el cuerpo”, el templo de su Espíritu (1 Corintios 6.13, 6.19) por lo que debemos honrarlo en cuerpo y espíritu (1 Corintios 6.20). Es importante entender que no solamente ídolos materiales, hechos por manos humanas, pueden tener un origen demoníaco, sino también estas otras clases de “idolatría” cotidiana—la avaricia y el hábito de permitir que nuestros apetitos físicos nos dominen. Agradecemos a Silvia su pregunta que motivó esta nota y la siguiente. Esta nota continuará en una segunda parte.

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