Como primer recurso tomaremos al idioma en el cual se expresó la pregunta, para poder averiguar el sentido de la misma. El carcelero habló en griego, es decir, el griego clásico, o para ser aun más exacto la variedad conocida como “koiné” (“común”); el griego koiné constituía la lengua franca de la cultura grecorromana del siglo primero de nuestra época. Según el “Diccionario Vox del Griego Clásico” “salvo” en el griego proviene del verbo “sótso” que quiere decir “salvar, preservar del peligro, librar, rescatar; conservar o llevar sano y salvo”. En el griego koiné específico del Nuevo Testamento, en el cual se registró el episodio en Hechos 16, también puede significar “curar, sanar” (fuente: “Diccionario conciso griego-español del Nuevo Testamento, Sociedades Bíblicas Unidas”).
En la pregunta ,¿qué debo hacer para ser salvo? la frase “ser salvo” en el griego es una sola palabra, expresada en la voz pasiva. Esta voz gramatical normalmente denota que el sujeto de la oración va a ser el receptor de la acción del verbo. Por lo tanto, sería quizás más correcto traducir la pregunta al español como: “¿qué debo hacer para ser salvado?” Es decir, salvado por alguien. El agente que logra esta salvación no está explícito en la oración. Lo primero que podemos deducir, entonces, es que el carcelero preguntaba qué es lo que él podía hacer para que otro, u otros, lo salvaran. ¿Pero se refería a ser rescatado de algún peligro por algún salvador? ¿Daba a entender que necesitaba ser curado de alguna enfermedad por algún doctor de medicina? ¿A qué se refería? Por lo menos, ya sabemos que por más que intuía que él mismo podía “hacer algo”, su rescate, salvación o sanación, dependía de algo más allá de sus propias fuerzas.
En la Parte 2, veremos la información que nos puede brindar el contexto inmediato en el cual la pregunta se formuló.