Parte 4: ¿En qué consiste una relación de pareja legítima?

Parte 4: ¿En qué consiste una relación de pareja legítima?

Desde un ambiente jerárquico en cuanto a la sexualidad

Recordemos de las entregas anteriores (1, 2, 3) que en la sociedad grecorromana (de la cual Corinto formaba parte) las relaciones de pareja se caracterizaban por el verticalismo  –la jerarquía– en el sentido que era aceptable para la persona que gozaba de más autoridad o poder social satisfacerse sexualmente con el cuerpo de la persona que tenía menos. Esto se veía especialmente en aquella cultura, la cual en gran medida se basaba en la esclavitud. El amo tenía autoridad sobre el cuerpo de su esclavo, sea hombre o mujer. Y, ya que las prostitutas solían provenir del rango de la esclavitud, frecuentarlas era una manera socialmente aceptable para que los hombres satisficieran el impulso sexual. Es decir, la prostitución se consideraba aceptable, pero no era una relación legítima en el sentido legal. Solamente la relación con la esposa, una mujer honrada era legítima para poder tener hijos y herederos conforme a las leyes. Cuando el apóstol Pablo se dirige a los cristianos de Corinto, les presenta un panorama muy diferente en cuanto a la relación de pareja. 

El apóstol Pablo responde a una pregunta 

Cuando empezamos a leer el capítulo 7 de la primera epístola a los corintios, vemos que Pablo contesta preguntas sobre el matrimonio, además de otros puntos que aparecen a lo largo del resto de la epístola. Nos limitamos a considerar la primera duda que los corintios le han planteado: 

1 En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer. 2 No obstante, por razón de las inmoralidades, que cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.  3 Que el marido cumpla su deber para con su mujer, e igualmente la mujer lo cumpla con el marido. 4 La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. 5 No os privéis el uno del otro, excepto de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicaros a la oración; volved después a juntaros a fin de que Satanás no os tiente por causa de vuestra falta de dominio propio. 6 Mas esto digo por vía de concesión, no como una orden. 7Sin embargo, yo desearía que todos los hombres fueran como yo. No obstante, cada cual ha recibido de Dios su propio don, uno de esta manera y otro de aquélla.

1 Corintios 7.1-7, Biblia de las Américas

La primera pregunta que han formulado los cristianos de Corinto a Pablo es: “¿Es bueno para el hombre no tocar mujer?”. Así traduce literalmente del griego una frase que en el contexto significa: Es bueno para el hombre no tener relaciones sexuales. Pablo concede que está bien no tener relaciones sexuales, e incluso cuando afirma que desearía que todos fueran como él (versículo 7) se refiere a su propia práctica del celibato, reconociendo al mismo tiempo que esta condición no es para todos. 

Es imposible deducir con seguridad el origen de esta pregunta que los cristianos corintios le han formulado a Pablo. ¿Sería que al enterarse de que existen parámetros diferentes para la sexualidad dentro del cristianismo, algunos piensan que el sexo en sí es malo? ¿Sería por eso que preguntan si está bien tener relaciones sexuales?

O, como afirman algunos autores, ¿la idea de la castidad incondicional surge del estoicismo, una filosofía influyente de la época en esta región? ¿La influencia de maestros estoicos motiva la pregunta de los corintios? No podemos saber con seguridad el porqué de la pregunta, pero sí está clara la respuesta: lo que Pablo va a enseñar surge debido a las varias formas de inmoralidad sexual aceptadas en la sociedad grecorromana. Su enseñanza surge “por razón de las inmoralidades”. 

¿En qué consistían estas inmoralidades? En el griego corriente de esta época, inmoralidad (porneia) se refería a cualquier relación sexual fuera del matrimonio. En este caso el autor usa el plural, “inmoralidades”. ¿A qué se debe esta pluralidad? En el contexto de los capítulos anteriores (1 Corintios 5 y 6), las inmoralidades incluyen incesto, adulterio (definido como infidelidad de uno de los dos cónyuges), relaciones homosexuales entre varones y prostitución (ver la entrega 3). Ahora Pablo especifica que debido a estas clases variadas de inmoralidad sexual “que cada uno tenga su esposa y cada una tenga su marido”. 

¿Hombre o esposo, mujer o esposa?

Aquí surge un detalle del griego que es necesario mencionar. Literalmente la palabra “esposa” (guné) significa mujer y se usa en el mismo sentido en el que actualmente en castellano un marido puede hablar de su esposa o su mujer. Son sinónimos cuando ambos términos se refieren a la cónyuge femenina. No obstante, guné también puede referirse a cualquier mujer, no solamente la esposa. El contexto determina cuál de los dos sentidos se entiende. De la misma manera, la palabra traducida como “marido” (anēr) también puede significar simplemente varón. Si es así, ¿por qué en este versículo ninguna versión de la Biblia en español traduce en el 7.2 de la siguiente manera: que cada uno tenga su mujer y cada una su varón?

En primer lugar, antes de despedirnos de esta posible traducción, es importante rescatar el sentido básico de los términos griegos: anēr (varón) y guné (mujer), ya que una de las formas de inmoralidad que se había nombrado en el capítulo 5 era justamente la homosexualidad entre varones. Aquí en el 7.2 Pablo establece que solamente es legítima una pareja heterosexual, es decir, un varón con una mujer, una mujer con un varón. Él avaló justamente la relación heterosexual estable por causa de las “inmoralidades sexuales”, las que en 1 Corintios 5.9 incluían las relaciones sexuales entre varones. 

Pero más allá de este sentido básico, ¿cómo sabemos que en el 7.2 guné (mujer/esposa) se usa en el sentido de esposa y anēr (varón/marido) se emplea en el sentido de marido? Se deduce por el contexto.

Sabemos que Pablo se refiere a la relación heterosexual entre cónyuges, porque eventualmente dirá que, si una pareja de novios no puede controlar su impulso sexual, entonces “que se casen” (1 Corintios 7.9); es decir, que formalicen su relación. En este caso el marido será el varón que la mujer tiene como “propio”, y la esposa será la mujer que el varón tiene como “propia”. Los adjetivos que se traducen como “propios” (7.2) sugieren exclusividad y dan a entender que cualquier práctica sexual fuera de esta relación conyugal no es legítima. El “propio varón” es el marido; la “propia mujer” es la esposa. 

Un relato de la vida de Jesús 

Podemos ver un ejemplo esclarecedor del evangelio de Juan. El doble sentido del término anēr (varón/marido) es evidente en el encuentro entre Jesús y la mujer samaritana. En un momento de la conversación, leemos lo siguiente:

Jesús le respondió: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí”.

La mujer le respondió. “No tengo marido”.

Jesús continuó “Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad”.

Juan 4.17-18

Como hemos visto, la palabra traducida como “marido”, anér, también podría traducirse como varón. Entonces, ¿por qué no traducimos estos versículos de la siguiente manera?

“Ve, llama a tu varón y vuelve aquí”.  

“No tengo varón”.

“Tienes razón al decir que no tienes varón, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu varón”. 

Esta traducción es imposible por una sencilla razón. En la frase “el que ahora tienes”, se utiliza un pronombre relativo masculino (“el que”) y por lo tanto necesariamente se refiere a un “varón”, pero Jesús no considera a este “varón” legítimo: “no es tu varón”. Por lo tanto, cuando dice que “el que tienes ahora…no es tu varón (anēr)” quiere decir: “no es tu marido (anēr)”, así como está correctamente traducido el término en todas las traducciones al español de este versículo. En el judaísmo de Samaria, donde se manejaban exclusivamente por la Torá en materia religiosa, una mujer podría volver a casarse después de quedarse viuda o después de haber sido divorciada. Evidentemente esta mujer había tenido cinco relaciones conyugales, pero ahora vivía con otro hombre sin formalizar la relación. Ella “lo tenía”, pero no era su marido. Jesús no está negando el género de su pareja, sino la legitimidad de la relación. Es decir, su compañero es varón pero no es marido. Para Jesús, tener a alguien no es lo mismo que estar casado. El hecho de «estar con alguien» no constituiría el matrimonio a sus ojos.

El varón propio de una; la mujer propia de uno 

Encontramos este mismo sentido aquí en la Epístola a los Corintios 7.2. Tener el “propio varón” (esposo) de una mujer o la “propia mujer” (esposa) de un hombre es una relación duradera y seria: un matrimonio que no admite terceros. Pablo exhorta a la pareja de novios que no puede controlar sus impulsos sexuales a casarse (1 Corintios 7.9), a entregarse a una relación de pertenencia mutua, duradera y seria. En la próxima parte de esta respuesta veremos que para Pablo tal “pertenencia” no significa jerarquía sino más bien reciprocidad e igualdad.

Nuevamente agradecemos a Nicole y otras personas por motivar esta serie de preguntas y respuestas. 

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Parte 3, Legitimidad en la relación de pareja: ¿Cuál es la definición del apóstol Pablo?

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Relaciones de poder en la sexualidad entre los gentiles

El judaísmo en tiempos bíblicos, dividía la humanidad entre judíos y “gentiles”, i.e. “las gentes” o “naciones”. En el Tanaj se relata cómo Dios había elegido a Israel como su pueblo; Jesús, en cambio, construiría a su pueblo, la Iglesia, de entre todas las naciones (Mateo 16.18; 28.18-20). Los primeros conversos al cristianismo eran judíos monoteístas; en cambio, los gentiles eran politeístas y tendrían que aprender primeramente que existe un solo Dios verdadero. En cuanto a las relaciones de pareja, en la cultura grecorromana existía el matrimonio, pero en cuanto a satisfacción sexual en sí, era una sociedad verticalista.

Un factor determinante.

El manejo del poder era un factor determinante en cuanto a la legitimidad de las relaciones sexuales. Un amo, por ejemplo, podía mantener relaciones sexuales con su esclavo o esclava. De hecho, la prostitución en la cultura grecorromana era en gran medida con esclavas y se consideraban la manera más apropiada de satisfacer la sexualidad y de esta manera resguardar la castidad de las mujeres libres, candidatas legítimas para el matrimonio. Los templos politeístas y el ambiente del banquete grecorromano incluían amplias oportunidades para tener relaciones con los de menos poder. En cambio, las relaciones matrimoniales existían sobre todo para producir herederos y ciudadanos, es decir perpetuar la casa y la sociedad (ver la parte 1 de esta serie). 

¿En qué consiste la “inmoralidad” en las relaciones de pareja? 

¿Cómo encara el “apóstol a los gentiles” la enseñanza de cristianos nuevos provenientes de la cultura grecorromana en vez del judaísmo? En primer lugar, en su papel de apóstol a las naciones, él toma como punto de partida las enseñanzas de la Torá1 en cuanto a las relaciones de pareja y las inculca en las comunidades cristianas gentiles. Esto es evidente sobre todo en su primera epístola a la iglesia de Corinto. En los capítulos 5 al 7, varias veces alude a enseñanzas de Levítico 2 y otras partes de la Torá para definir en qué consiste la “inmoralidad sexual” (porneia en griego).

El incesto: Primero el apóstol Pablo condena el incesto. Dice que en la iglesia de Corinto un hombre se había casado con su madrastra, una práctica inmoral que no era aceptable “ni siquiera entre los gentiles”. Al condenar al cristiano de Corinto que tenía como mujer a la esposa de su padre (1 Corintios 5.1), alude a Levítico 18.8: “no tendrás relaciones sexuales con la esposa de tu padre…”. Recurriendo a su autoridad apostólica, ordena “expulsar” al incestuoso de la comunidad (1 Corintios 5.1-5), con la esperanza de que tome conciencia, cambie y se salve. 

El adulterio: En 1 Corintios 6.9 condena al “adúltero”, término que actualmente se entiende como la persona casada que tiene relaciones sexuales con alguien que no es el esposo/esposa. Dentro de la cultura clásica griega, el adúltero “violaba” la condición “honorable” de la mujer “libre”. En sí, el adulterio era un delito contra el esposo de la mujer involucrada: era una ofensa de un varón contra otro. 3 Jesús, en cambio, ya había puesto en iguales condiciones a los “adúlteros” masculinos y femeninos (Marcos 10.11-12).

Relaciones sexuales entre dos varones: También Pablo incluye como “inmorales” a las relaciones homosexuales masculinas. Para esto emplea dos términos en 1 Corintios 6.9.4 Uno de estos términos es “malakos” que significa “blando” o “suave” y en este contexto se traduce como “afeminado”. Específicamente malakos se refiere al hombre que ocupa un papel pasivo en un encuentro homosexual masculino. El otro término “arsenokoítēs” [se compone de “arsēn” (varón) y “koiteomai” (acostarse)] es un vocablo que el apóstol deriva de Levítico 18.22 y Levítico 20.13 en la traducción al griego del Tanaj,5 donde se prohíbe al varón acostarse “con otro varón como si fuera una mujer”. Evidentemente con este segundo término, arsenokoítēs, se refiere al papel más activo o dominante (en contraste con malakos) en un encuentro homosexual masculino. Se traduce en la versión Reina Valera como “los que se acuestan con hombres”.   

Tomados en su conjunto estos dos términos, “afeminados” y “los que se acuestan con hombres”,  en la cultura grecorromana podrían referirse en algunos casos a una relación de índole sexual entre amo y esclavo, ambos siendo varones. Recordemos que la satisfacción sexual de un ciudadano con una persona de menos poder, esclavo o esclava, era aceptable en aquella sociedad. Como apóstol a los gentiles, Pablo condenó este tipo de relaciones, al punto de afirmar que los que las practicaban no entrarían en el reino de Dios. Esto fue una advertencia tan severa como la expulsión del incestuoso de la iglesia en 1 Corintios 5.1-5. 

Algunos de la comunidad cristiana de Corinto habían participado de varios de estos distintos tipos de inmoralidad sexual, pero habían sido “lavados, santificados y justificados” (1 Corintios 6.11). Es decir, habían abandonado estas costumbres como una decisión necesaria para tener a Jesús como su Señor. Sin embargo, no eran, en cambio, estos tipos de inmoralidad sexual peores pecados que otros que del mismo modo descalificaban a uno de entrar al reino de Dios. El apóstol incluye a los que practicaban practicaban estos tipos de inmoralidad sexual como “malvados”, en condiciones iguales con “los idólatras, ladrones, avaros, borrachos, calumniadores y estafadores” (1 Corintios 6.9-10). (Seguramente todos los componentes de esta lista merecen un tratamiento especial para tomar conciencia de la necesidad de evitarlos.)

Prostitución femenina: Luego el apóstol incluye entre lo que es “inmoral”, a la prostitución femenina, recurriendo nuevamente a la Torá (Génesis 2.24, citado en 1 Corintios 6.16). En el judaísmo, “cometer inmoralidad sexual” en un principio se refería a la prostitución, pero llegó a entenderse como “tener relaciones sexuales fuera del matrimonio”, i.e. no ser casto.6  En el imperio romano un alto porcentaje de prostitutas eran esclavas; tal vez un tercio de los habitantes del imperio vivían en la esclavitud,7  y en la ciudad de Roma un veinte por ciento vivían en esta condición.8

Al condenar el apóstol Pablo la prostitución como una práctica inaceptable para los cristianos, el contraste con el mundo gentil es marcado, ya que en el mundo grecorromano las relaciones sexuales con una esclava dedicada a la prostitución se consideraban normales para los ciudadanos masculinos (ver parte 1). 

¿Qué cambia introduce el nuevo paradigma cristiano para la relación de pareja legítima?

El apóstol a las naciones, aplicando enseñanzas extraídas de la Torá, ha encapsulado como inmoralidad sexual a varias actividades: incesto, adulterio, relaciones homosexuales masculinas y prostitución. ¿Incluiría en esta lista «cosas semejantes a estas» (como hace en otra lista en Gálatas 5.21)? Todas las que él mencionó merecían expulsión de la comunidad cristiana para lograr que el ofensor recapacitara y evitara un destino eterno fuera del reino de Dios. Pablo enseñó que ya que existían tantas clases de “porneia” (inmoralidad sexual) “que cada hombre tenga su propia esposa y cada mujer tenga su propio esposo” (1 Corintios 7.1-2). Es decir, como Enviado por Jesús a los gentiles, el apóstol Pablo definió una relación de pareja legítima como la heterosexual entre cónyuges, varón y mujer. En vez de una relación verticalista, en la que el más poderoso se satisface sexualmente con el de menos poder, propuso una relación entre iguales. El marido cristiano ya no buscaría satisfacerse en relaciones extramatrimoniales con personas de menos poder social, específicamente esclavos, sean mujeres u hombres. El sentido del sexo en el matrimonio ya no será sencillamente para procrear, como se acostumbraba en la cultura grecorromana, sino para satisfacerse mutuamente. De esto hablaremos en las próximas entregas. 

Muchas gracias, Nicole, por el diálogo que ha motivado esta respuesta. 

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