Parte 1. ¿Cómo puedo empezar a leer la Biblia?

Parte 1. ¿Cómo puedo empezar a leer la Biblia?

Con nuestras últimas publicaciones una cantidad importante de personas nos han hecho esta pregunta. Aquí se intenta comenzar a facilitar una respuesta general. 

En primer lugar, hay que entender que una correcta lectura de la Biblia forma parte de un diálogo entre uno y Dios. ¿Por qué “correcta”? Resulta que no va a cumplirse el propósito de Dios cuando Él reveló este libro si lo lees como cualquier otro. Él tenía algo en mente cuando iba inspirando las obras que componen la Biblia en las mentes de numerosos escritores humanos a lo largo de los siglos. Dios les habló, para que por sus escritos los seres humanos podamos tener una relación cercana con Él. Esta relación puede entenderse hasta cierta medida como un diálogo. 

¿Cómo empezar el diálogo?

En este diálogo entre Dios y tú hay un ir y venir constante, donde interviene en gran parte la oración: consta, por ejemplo, de decirle en primer lugar a Dios que estás dispuesto a escucharle. Si no quieres escucharle, bueno, díselo. Si no sientes su existencia como una realidad, también házselo saber. En cambio, si puedes acercarte a Dios como tu Padre Santo, a Jesús como tu Señor, no dejes de expresarle tu reverencia, tu predisposición a aprender y obedecer. Tal vez te encuentres en el medio; lo importante es tu honestidad. En esta parte del diálogo, y durante todo el transcurso de la lectura, nada reemplaza el sincerarse sin reservas con Dios. Una de nuestras problemáticas incuestionables como seres humanos es el no tener la costumbre de escuchar. Reconocer esta falta de predisposición es seguramente un primer paso para alcanzar una mente despejada y así poder realmente oír.

¿No te pasa esto en una conversación con cualquier allegado? ¿No te explayas más con las personas que muestran más interés en escucharte? ¿Pasará lo mismo con Dios? Si no quieres escucharlo, no te sorprendas si no te habla. 

Buscar el momento.

Luego, o incluso antes, como en cualquier conversación importante, hace falta tener un momento a solas para poder realmente escuchar. A veces es fácil encontrar este momento, otras veces no tanto. En otras ocasiones, los tiempos con los que contamos facilitan o impiden ese momento de manera inesperada. 

Después de lograr una disposición a escuchar, ¿dónde empiezo a leer? En la primera lección de Introducción al mensaje de la Biblia, encontrarás algunos indicios. Se recomienda seguir las sugerencias que aparecen allí.

Para acceder a esta lección la manera más fácil es inscribirse en el sitio aula.bibliayteologia.org y luego elegir este curso (hay por ahora dos opciones de cursos). Son gratuitos, uno se inscribe ingresando la dirección de correo electrónico. Si tienes alguna dificultad técnica en inscribirte podemos ayudarte (escribir a: consultas@bibliayteologia.org).  La primera lección de este curso te dará una idea de dónde comenzar a leer y el orden a seguir.

Leer y meditar.

Ahora, en la entrega actual veremos un párrafo de la Biblia como ejemplo.  Elegimos éste en particular porque tiene que ver con la pregunta: ¿cómo puedo empezar a leer la Biblia? Nos permite ver dos consejos más: leer y meditar. Verás la necesidad de no solo leer el párrafo, sino también de meditar en lo que dice e incluso concientizarte de la importancia de seguir en diálogo con Dios, cuestionándole, respondiéndole en dónde su palabra te llegue. El párrafo elegido es de la Epístola a los Hebreos 4.12-16. 

12  Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

14 Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos. (Versión citada: Nueva Versión Internacional). 

  • Leemos en primer lugar para tener una idea general de lo que dice. Luego, volvemos a leer buscando nexos. Estas son palabritas que muestran la relación lógica entre ideas. En el párrafo citado están sombreados en este color (que no aparece en el original). Los nexos en este párrafo son:
  • “Ciertamente” (versículo 12) 
  • “Por lo tanto” y “ya que” (versículo 14)
  • “Porque” (versículo 15)
  • “Así que” en el versículo 16. 

“Ciertamente” (vs. 12) indica que lo que sigue tiene alguna relación con lo que se escribió justo antes. En otras versiones en castellano1 en vez de “ciertamente” dice “pues” o “porque”, lo que acerca la traducción un poco más a la palabra en el griego original: gar. Este término indica que la idea que sigue tiene relación con otra expresada en las oraciones anteriores.2

“Por lo tanto” y “ya que” (versículo 14) también muestran una relación lógica con una idea anterior. En el griego original, traduce una misma palabra: oun

“Porque” (versículo 15) es la misma palabra en griego que en el 12 (gar) para mostrar un nexo lógico con la frase anterior. 

“Así que” (versículo 16) repite la palabra oun empleada en el versículo 14. 

Los nexos muestran que todas las oraciones en esta cita están relacionadas lógicamente entre sí. A medida que leemos, reflexionamos (meditamos) con respecto a estas relaciones. En el griego original encontramos solamente dos nexos (gar y oun) que se reiteran. En castellano, para evitar la repetición, en algunas versiones utilizan otros nexos que son sinónimos, pero al hacer esto, se pierde la estructura aleatoria en el idioma original gar-oun-gar-oun que tiene como finalidad unir aún más las ideas. Se menciona este detalle solamente para indicar la utilidad de comparar más de una versión, y cuando difieren entre sí, intentar en lo posible averiguar por qué, remitiéndonos al idioma original. Es decir, tiene valor consultar varias versiones, pero al mismo tiempo, límites.

Buscar ideas claves: 

La palabra tiene vida y poder

Existe una cantidad importante de ideas claves en este párrafo, pero posiblemente nos llame en primer lugar la atención que la palabra de Dios tiene “vida y poder”. Analicemos por partes: ¿Por qué tiene “vida” (o literalmente en el griego “viviente es” o “está viva”)? En busca del porqué, debido al nexo mencionado (versículo 12 “ciertamente” o “porque”), debemos remontarnos a lo que se escribió en los renglones anteriores. El “porque” (gar) es una conclusión a algo previo. De manera que, si leemos todo el capítulo 3 hasta el 4.11 vemos que se alude a un incidente ocurrido siglos antes cuando Dios habló desde el monte Sinaí a su pueblo, recién salido de Egipto, para impartirles el antiguo pacto contenido en la ley de Moisés. En ese momento los “oyentes” no quisieron escucharle. Luego, en un salmo se refiere a este mismo incidente de testarudez, tratando lo ocurrido como un suceso ya ocurrido siglos antes, pero a la vez transportándolo a aquel presente con las palabras, “Hoy… si escuchan su voz…” Repitiendo esta frase (en los versículos 3.7, 3.13, 3.15, 4.7) se enfatiza la palabra hoy, lo que lleva a la conclusión lógica: “Escuchen” porque “La palabra de Dios está viva”. Dios habla ahora, hoy, a lo largo de la historia con su pueblo: en Sinaí, algunos siglos después en el salmo, luego a lo largo de los años a los lectores del mismo salmo, aun en un siglo posterior, cuando se escribió la epístola a los Hebreos, y todavía ahora, cuando nos acercamos a la lectura de este párrafo, habiéndonos preparado para “escuchar”. “Hoy escuchen su voz…” Lo que se afirma es que la palabra no cambió, habla hoy; está viva. No obstante, nuestras situaciones en que la escuchamos atentamente sí cambian. Por eso, preparémonos para escuchar antes de leer. Recordemos que el primer paso es “buscar el momento”.

 La palabra es “poderosa”.

Se cierra esta primera frase con otro término clave: poderosa.  “La palabra de Dios está viva y es poderosa”. En vez de poderosa algunas versiones proponen como traducción la palabra eficaz: “La palabra de Dios es viva y eficaz”.  En realidad, esta palabra en el sentido de eficaz = “eficiente” no se acerca a la idea original de la palabra, la cual en griego es energēs. Este término en el Nuevo Testamento se refiere a una operación u obra que va más allá de lo humano, es sobrenatural.3 ¿Cuál es el poder sobrenatural que tiene la palabra de Dios? Cuando nos preparamos y la escuchamos como tal, llega a lo más íntimo del ser humano, pone al descubierto nuestros sentimientos y pensamientos, nos permite vernos como el Creador nos ve (4.12-13). Nos permite ver con qué criterios nos juzgará cuando llegue el momento de una rendición de cuentas. Todo está expuesto frente a los ojos del que nos creó. Dios nos conoce tal como somos, porque es nuestro Creador. Como tal Él es omnipotente y omnisapiente, conociendo todas nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. 

Sin embargo, esta enseñanza no concluye aquí. Si termina con la idea de ser juzgados por lo que sentimos, pensamos y hacemos, ¿quién podría presentarse tranquilamente ante el juicio? Pero gracias a los nexos que vinculan los versículos 14-16 con los 12-13, encontramos otra manera que Dios nos conoce que se coordina con el conocimiento de Dios como Creador; esta segunda manera de conocernos puede traernos esperanza. El Creador se hizo hombre y por lo tanto nos conoce desde adentro. Por la experiencia humana de Jesús, Él entiende en carne propia lo que son nuestros pensamientos y sentimientos. Fue puesto a prueba “en todo” como nosotros, con la gran diferencia de no haber nunca incurrido en el pecado, i. e. él siempre actuaba conforme a la voluntad del Padre. Es el único representante digno para la humanidad.4 Gracias a esta comprensión divina, el trono de Dios no es solo un tribunal, sino más bien un “trono de gracia” donde se encuentra ayuda en los momentos en que “más la necesitemos”. ¿No nos da este párrafo material para seguir meditando?

¿Cómo termina el diálogo?

Después de meditar en lo que leo, o mientras leo, sigo dialogando en oración con Dios. ¿Cómo puedo realmente escuchar lo que me dice en mi “hoy” y llevarlo a la práctica? En realidad, el diálogo no termina. Podrá haber una respuesta de mi parte que se expresa en oración y/o en alguna acción que responde a la manera en que la Biblia, como Palabra de Dios, ha tocado de manera poderosa mi mente y corazón en el momento en que la experimento. Esta respuesta requiere meditar, es decir, tomar el tiempo para pensar en lo leído, preguntarme a mí mismo y a Dios cómo actuar en los momentos actuales que me tocan vivir. Parte de la respuesta seguramente es desarrollar con paciencia la práctica de acercarme a una lectura dinámica de la Biblia como parte de mi relación con Dios. 

Otras lecturas: Introducción al mensaje de la Biblia (ya mencionado). Sobre el papel de Jesús como personaje central en la Biblia, también recomendamos nuestro curso por internet: Lecciones sobre el Libro que presenta a Cristo. En el índice de “preguntas y respuestas” en bibliayteologia.org tal vez resulte útil la serie de respuestas sobre ¿Qué debo hacer para ser salvo?

Muchas gracias a varios lectores que han preguntado acerca de dónde empezar a leer la Biblia. ¡Esperemos que esta nota les sea útil!

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