“…porque [Dios] ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia, por el hombre que ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos” (Hechos 17.31, Biblia de Jerusalén).

Con esta nota finalizamos la respuesta acerca de cómo acercarnos a Jesús ahora. Sabiendo que el Maestro era sumamente accesible durante su estadía terrenal, visto que él se disponía a “sentarse a la mesa de los pecadores”, ¿cómo podemos acercarnos a Jesús en la actualidad?

En esta serie la primera y quinta entrega  aportan razones para creer que Jesús resucitó. Concretamente vimos la “prueba paradójica” (entrega uno) y los cambios innegables de los más allegados a Jesús debido al impacto de su resurrección (entrega cinco). Dando por sentado que la resurrección sucedió, ¿qué nos quiso decir Dios con semejante acontecimiento?

 1) La resurrección es evidencia de un día de juicio universal. Nosotros vivimos en un mundo occidental que tradicionalmente ha sido inmerso en la idea de un juicio universal de la tierra al final de los tiempos. Esta idea acompañó al cristianismo en sus comienzos y ha sobrevivido a lo largo de los siglos posteriores. Es, no obstante, común no darle importancia o por lo menos vivir inconscientemente de que Dios ha prefijado el fin del universo como lo conocemos. En un primer momento, delante del público de Atenas, cuando el Apóstol Pablo anuncia que algún día habrá un juicio final, también afirma que la resurrección de Jesús es evidencia de que este juicio sucederá. ¿Cómo llega a esta conclusión?

2) Existe un solo Dios creador. Primero, cuando el apóstol Pablo habló con los atenienses en Hechos capítulo 17, empezó aclarándoles que hay un solo Dios Creador:no existía el panteón de los dioses, tan comunes en la cultura grecorromana de la época. Además, como Creador de todo, Dios también puede poner fin a su creación. Con la llegada de Jesús al mundo, la existencia de este único Dios deja de ser algo que solamente formaba una parte particular de la cosmovisión de un solo pueblo, el judío. A partir de “ahora” (Hechos 17.30), la realidad del único Creador sería anunciada a toda la humanidad: gracias a la resurrección de Jesús; personas paganas llegarían a creer que existe un solo Dios. Asimismo, el apóstol Pedro, dirigiéndose a cristianos que habían salido del politeísmo, resumió: “Por medio de Cristo, ustedes creen en Dios, el cual lo resucitó y lo glorificó; así que ustedes han puesto su fe y su esperanza en Dios” (1 Pedro 1.21). Por lo tanto, comenzando con aquel tiempo, se produce un cambio radical en cuanto a la disposición de Dios hacia los habitantes de este planeta: por medio del mensaje proclamado a partir de Jesús (su vida, muerte y resurrección), las naciones ya no tienen por qué ser ignorantes de la existencia del único Dios: “Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos.”. (Hechos 17.30-31, Biblia de las Américas).

Una aclaración sobre la palabra traducida como “pruebas” en esta cita: pistis.Normalmente este término significa “fe”, “fidelidad” o “constancia”: el hecho de “creer” o “ser fiel”. Pero en este caso, la Biblia de las Américas traduce pistis como “pruebas”; la Biblia de Jerusalén como “evidencia”. En otras palabras, Dios “dio fe” de la realidad del juicio final resucitando a Jesús. El hecho histórico del Jesús Resucitado comprueba que llegará el final de la historia del mundo como nosotros la conocemos. Es un destino establecido por el Dios único que creó el universo.

3) Cualidades del único Dios. Dios es justo: no juzgaba a las naciones del mundo por algo que hacían en ignorancia, la adoración de ídolos. Pero existe un antes y un después de la resurrección de Jesús: La resurrección es evidencia de que hay un solo Dios, el único Creador, el que resucitó a Jesús. Por lo tanto, de aquí en más si los hombres siguen idólatras, son responsables de haber tomado esta decisión. Por este motivo los cristianos tenemos la responsabilidad de compartir el evangelio con todas las naciones (Mateo 28.18-20; Lucas 24.45-47), instándoles a abandonar a los dioses falsos para adorar al único Dios. Estos “dioses” pueden ser ídolos de oro, plata o piedra (Hechos 17.29 ). No obstante, “dioses” también pueden referirse a apetitos que nos dominan, “bajos deseos” (Filipenses 3.19, traducción PDT), el dinero y la avaricia (Lucas 16.13, Colosenses 3.5) o el poder y la fuerza física (Daniel 11.38). Estas obras de nuestra naturaleza caída jugarán en nuestra contra en el día del juicio final, impidiendo que tengamos parte en “el reino de Dios” (Gálatas 5.19-21).

4) El arrepentimiento. Puesto que Dios va a juzgar al mundo, Él “declara a todos en todas partes a que se arrepientan” (Hechos 17.30) El término en griego comúnmente traducido como “arrepentimiento” es una palabra compuesta ,“metanoia”, que significa“cambio de mente”. Se refiere a la adopción de otra forma de pensar y puede traducirse como un  “cambio de actitud” o “conversión”. ¿En qué consiste este cambio? En primer lugar consiste en tomar conciencia de que existe un único Dios. Segundo, ese Dios no es una fuerza sin mente; Él es personal y posee cualidades como “justicia”. “Va a juzgar al mundo con justicia…” (Hechos 17.31). De hecho, un aspecto fundamental del “evangelio” (=buenas nuevas) es la “justicia” de Dios. “En las buenas nuevas se revela la justicia de Dios…” (Romanos 1.16). La misma buena noticia que anuncia que Jesús resucitó, revela que Dios es justo. Sin embargo, su “justicia” no es como la nuestra. No tolera el mal, pero incluye un amor inalterable (ver por ejemplo, Romanos 5.1-10). La justicia de Dios presentada en el evangelio tiene la particularidad de poder motivar al ser humano a un cambio de mentalidad, i. e. al arrepentimiento.

La metáfora de un Juez insobornable de amor infinito.
Dios es como un juez que debe pronunciar un veredicto a favor o en contra de un ser amado…. quien precisamente, no es inocente (Romanos capítulos 1.18 al 3.23). El Creador ama a la humanidad, su creación, pero como juez no es sobornable, debe hacer lo que es justo (Génesis 18.25). Y con rectitud dicta que nuestros pecados nos separan de su presencia (Romanos 3.23). No obstante, en su sistema de justicia, prevalece el amor, el que lo motiva a Él a permitir que un voluntario inocente reciba el castigo del culpable (ver Romanos 3.24–8.39). Así, él se quita el ropaje de juez, se viste con la nuestra, haciéndose humano y recibe el castigo de nuestros pecados, los que nos “separan de su gloria” (Romanos 3.23).

La misión de Jesús.
¿Cómo puede Él mismo recibir ese castigo? En el principio Jesús “estaba con Dios y era Dios…,” pero se “hizo carne” (Juan 1.1-2, 14). Es decir, se quitó la ropa de Juez Divino y se hizo hombre. Jesús es el único ser mortal con raciocinio que es a la vez humano y totalmente justo e inocente, uno con el Padre (Juan 8.46, Juan 10.30, 1 Juan 3.5). En otras palabras, vivió sin pecado: sin nada que lo pueda separar de la presencia de Dios. En la terminología de la justicia de Dios, semejante separación se llama “muerte” (Romanos 3.23, 5.12). Por otra parte, en la justicia de Dios su amor obra por medio de la muerte de Jesús en la cruz para anular nuestra condición de muertos espirituales, i.e., nuestra separación de la gloria: “porque todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23, versión Reina Valera). Por medio de Jesús, Dios quiere dictar a nuestro favor en la muerte de Jesús y aún más, por medio de su vida resucitada quiere reconciliarnos con Él, “salvarnos de la ira” (Romanos 5.9-10), refiriéndose a la condenación en el momento del juicio final. De hecho, por medio de la fe en la muerte y resurrección de Jesús, podemos concientizarnos de nuestra condición perdida y buscar un sincero cambio de actitud ante Dios. Esta fe y este arrepentimiento pueden llevarnos a morir y resucitar con Jesús ahora, empezando una nueva vida eterna con Él como nuestro Señor. Así se entendía la entrega de fe y arrepentimiento en los primeros años del cristianismo, en el momento del bautismo, el comienzo de una nueva vida eterna con Jesús como Señor (ver Romanos capítulos 4 al 6).

El impacto de la justicia divina.
El arrepentimiento, entonces, es un cambio profundo en la forma de pensar, el que se produce como resultado del anuncio de la justicia de Dios con la cual Él juzgará al mundo por medio de Jesús. Él “manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17.30b-31, Reina Valera, 1960). En esto consiste el evangelio, “la buena noticia”: al resucitar Jesús venció la muerte para siempre, y no solo la muerte como condición física, sino también como un ente espiritual. Aprendemos por medio de esta buena noticia que hay un solo Dios, el Creador que nos hizo para ser justos como Él. Sin embargo, el evangelio, también señala nuestra falta de rectitud a los ojos de Dios, una condición que solamente puede ser anulada por la muerte de Jesús en nuestro lugar y su posterior resurrección. Tomar consciencia de las condiciones de la justicia de Dios nos lleva al arrepentimiento. Impacta profundamente nuestra manera de pensar y vivir. ¿Estamos dispuestos a cambiar el rumbo de nuestra vida y aceptar que Jesús sea nuestro Señor? ¿Queremos unirnos con Él en su muerte, su resurrección y su diario vivir sobre la tierra? Romanos capítulos 6 al 8 es un buen lugar para empezar a entender esta “nueva vida” con Jesús como Señor. El evangelio, la buena noticia, nos permite entender que sí podemos acercarnos a Jesús ahora en la actualidad. Jesús vive, y nosotros, podemos vivir con él aquí y ahora, y ser herederos del reino cuando venga a “juzgar el mundo con justicia”: el juicio final que fue evidenciado por la resurrección de Jesús. Si crees que resucitó, si las razones de su muerte y resurrección te impactan, puedes acercarte a Jesús como tu Señor. La nueva vida comienza con fe, arrepentimiento y bautismo, pero nunca deja de ser un proceso de permanente transformación (entrega 4).

Gracias nuevamente, Damian, por tu pregunta, la que damos por contestada con esta entrega, aunque aprenderás con el tiempo que el acercarse a Jesús como tu Señor es un proceso realmente interminable. Es nuestra esperanza que tu interrogante no haya sido solamente un planteamiento intelectual sino más bien el primer paso para empezar el camino hacia una vida cerca de Jesús en el aquí y ahora… y para siempre.

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