Parte 5: ¿Qué debo hacer para hacer salvo? Salvación del peligro físico y en el plano espiritual.

Parte 5: ¿Qué debo hacer para hacer salvo? Salvación del peligro físico y en el plano espiritual.

En la parte 4 de esta serie vimos que en los Hechos de los Apóstoles el verbo “salvar” (sotso en griego) puede usarse para sanar o salvar la vida física, como por ejemplo en la curación de un hombre rengo o el relato de los pasajeros de un barco, y su tripulación, quienes sobreviven un naufragio llegando “sanos y salvos” a tierra. Es decir, la salvación en primera instancia para referirse a una realidad física, visible, tangible.

Asimismo, en la parte 3 vimos el concepto del “salvador” en la historia del Antiguo Testamento: Dios manda a un caudillo para salvar o liberar a su pueblo de naciones opresoras. Esta figura es alguien como San Martín en la historia argentina: un libertador. Los “libertadores” o “salvadores” en el Antiguo Testamento se llaman “jueces”. Los relatos que describen sus hazañas salvadoras abarcan varios siglos.

La idea de salvación de pueblos enemigos continúa en el siguiente período, el de los reyes de Israel y Judá. Por ejemplo, unos siete siglos antes de Cristo, el reino de Judá vive la amenaza de una invasión militar de parte de dos pueblos vecinos, Samaria y Siria. Dios envía al profeta Isaías para hablar con el rey de Judá, Acaz, prometiéndole una señal de que el pueblo será salvado de estas dos naciones enemigas. La señal prometida es el embarazo inminente de una joven y la presencia física de su hijo ante los ojos del rey Acaz. Se desconoce la identidad de la jóven; algunos consideran que se trata de la esposa del rey, otros, la esposa del mismo profeta Isaías (basándose en Isaías 8.18). Lo importante es que el niño que nace es una señal para el rey que lo ve crecer:  “antes de que el niño sepa elegir lo bueno y rechazar lo malo, la tierra de los dos reyes que tú temes quedará abandonada” (Isaías 7.16). Es decir, antes de que el niño tenga uso de razón (“saber elegir lo bueno y rechazar lo malo”), los países enemigos dejarán de representar un peligro para Judá. Efectivamente, unos tres años después (731 a.C.) Siria fue derrotada por los asirios y unos diez años después (721 a.C.) Samaria corre una suerte parecida. Isaías da a entender que Dios está presente para salvar a su pueblo, valiéndose de los asirios, a quienes Él permite conquistar a los enemigos de Judá. Esta presencia activa de Dios para salvar a su pueblo explica el nombre del niño/señal: Emanuel, que significa “Dios con nosotros”.

En el Nuevo Testamento, este ejemplo de liberación de una amenaza militar, es decir salvación de una realidad física, se cita para enfatizar que Dios también salva en el plano espiritual. Mateo cita al profeta Isaías porque otra vez el nacimiento de un niño será una señal del poder de Dios para salvar a su pueblo. Tres veces se menciona el nombre del niño. Primero, el niño se llamará “Jesús” (que significa “Yahvé salva”), porque “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1.21). Luego, vemos que se llamará “Emanuel” (Mateo 1.23), haciendo alusión a la historia del niño nacido en tiempos del Rey Acaz y citando a Isaías 7.14. En esta cita lo llamativo es que ahora es una virgen que da a luz el niño. Finalmente leemos que José “le puso por nombre Jesús” (Mateo 1.25).

El hecho de repetir tres veces la frase “llamarle por nombre…” en este orden es ejemplo de un “quiasmo” 1 o estructura invertida, un recurso literario común en la Biblia. La inversión se ve en: Jesús, Emanuel, Jesús (A-B-A). Esta estructura sirve para identificar y enfatizar una misma realidad: Jesús es Dios con nosotros, presente ya no para salvar a su pueblo de una invasión extranjera. Aquí la salvación ya pasa al plano espiritual. Dios, presente en Jesús, salvará a su pueblo de sus pecados.

La definición del término “pecado”, y por qué representa un peligro para la vida humana, será el tema de la próxima entrega de “preguntas y respuestas”.

Cursos Online

Si te interesa aprender más acerca de la Biblia, te invitamos a nuestros cursos online disponibles a continuación.

Parte 5: ¿Qué debo hacer para hacer salvo? Salvación del peligro físico y en el plano espiritual.

Parte 4: «¿Qué debo hacer para ser salvo? El contexto del libro de los Hechos».

En el Nuevo Testamento la palabra “salvar” se emplea en una variedad de situaciones y contextos. En entregas anteriores que tratan esta pregunta vimos que el término en griego koiné, sótso, quiere decir “salvar, preservar del peligro, librar, rescatar; conservar o llevar sano y salvo”.

Por ejemplo, en el Libro de los Hechos se emplea sótso una vez para describir la “salvación” que Dios brindó a los israelitas al librarlos de la esclavitud en Egipto (Hechos 7.25). Por otro lado, también se usa para referirse a la posibilidad de salvarse del peligro mortal durante una tormenta en alta mar (Hechos 27.31); los náufragos luego llegan “sanos y salvos” a tierra (Hechos 27.44). Sótso también puede significar “curar, sanar” físicamente como en el episodio de la curación del hombre rengo en Hechos 4.9: “Hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado” (compárese Hechos 14.9). Inmediatamente después de esta curación, con el mismo término en griego, se afirma que Jesús puede también salvar en un sentido definitivo, una salvación que supera tanto la curación de la salud como el rescate de la vida física: “Sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos….En ningún otro hay salvación, ni existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos” (Hechos 4.10 y 12).

De manera que, si bien sótso puede significar “sanar” o “salvar” la vida física, es en el plano espiritual donde “los Hechos de los Apóstoles” más emplea este término y sus derivados. Los sucesos en los Hechos todos transcurren a partir de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús. El libro mismo se redacta como consecuencia del asombroso hecho de que después de su resurrección, Jesús jamás vuelve a morir. Su vida indestructible demuestra que Dios ha obrado de forma definitiva para que los hombres podamos vencer la muerte y conocer la “vida
abundante” (Juan 10.10). Por lo tanto, después de su glorificación, los apóstoles de Jesús se convierten en “testigos de la resurrección” (Hechos 1.8, 1.22) quienes empiezan a proclamar las buenas noticias de “salvación” (Hechos 13.26) y a Jesús como el “Salvador” (Hechos 5.31). Anuncian que así como Jesús resucitó, Dios ofrece a los hombres salvación definitiva de la muerte; es decir, la vida eterna (Hechos 13.26-48). Este aspecto de la salvación será el tema de la próxima entrega de este blog.

Cursos Online

Si te interesa aprender más acerca de la Biblia, te invitamos a nuestros cursos online disponibles a continuación.