En la Parte 1 de esta respuesta llegamos a la conclusión que en Romanos capítulo 7, cuando el apóstol Pablo se refiere a su lucha interior, describe a sí mismo después de convertirse. No se refería a la lucha que experimenta la persona inconversa. Es una lucha posterior a, y no antes de, asumir el compromiso de seguir a Jesús. 

¿Existe una solución?

Aunque suena contradictorio, el “no cristiano” puede experimentar menos conflictos que el cristiano consciente. El inconverso, al no haber asumido el compromiso de seguir a Jesús, no tiene, tal vez, una moralidad o ética tan comprometidas. Al hablar de su conflicto entre la carne y el espíritu, deducimos que Pablo habla de su propia lucha interior, la misma que vivimos, a lo largo de los siglos, todos los que hemos decido seguir a Jesús. ¿Qué respuesta da el apóstol a este conflicto que experimentan todos los cristianos conscientes?

Jesucristo, Nuestro Señor, cuyo señorío lleva a cabo una transformación. 

Para acercarnos a la respuesta que el apóstol da a este dilema, ponemos a disposición esta serie de reflexiones sobre la epístola a los Romanos. Y para los que no tienen una Biblia a disposición ofrecemos, como material de apoyo, un PDF del texto de la epístola aquí en cuatro versiones. A lo largo de este PDF se han colocado, como notas al pie, observaciones que frecuentemente apoyan las de esta serie de entregas.

La epístola a los Romanos surge como respuesta a una situación puntual (la del conflicto dentro de la comunidad cristiana de Roma antes de la persecución bajo Nerón). No obstante, esta epístola es a la vez un patrimonio espiritual que confiere el apóstol a los cristianos de todas las épocas. Romanos nos enseña que a pesar de los problemas, el cristiano puede seguir un camino de transformación. La clave de esta transformación, para el individuo como integrante de una comunidad cristiana, es tener muy en claro que Jesús es “Nuestro Señor”. Esta declaración es lo que une al apóstol Pablo con sus lectores. Así como comparte su conflicto espiritual con ellos, también detalla el camino a la transformación bajo el señorío de Jesús. 

Desde el comienzo de la epístola Pablo habla de Jesús como Señor: 

1) Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol: apartado para el evangelio de Dios, 2) que él había prometido antes por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras, 3) acerca de su Hijo —quien, según la carne, era de la descendencia de David; 4) y quien fue declarado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad por su resurrección de entre los muertos—, Jesucristo nuestro Señor (Romanos 1.1-4).

Aquí en letra negrita aparecen por vez primera términos y temas que se destacarán en la epístola: 1) evangelio, 2) el cumplimiento de profecías de las Sagradas Escrituras, 3) la “carne”, 4) la humanidad y divinidad de Jesús, 5) el “poder” de Dios 6) el Espíritu y 7) la resurrección de Jesús. Todos estos temas convergen en:  8) Jesús “nuestro Señor”. 

Estos elementos están imbricados entre sí en la Epístola a los Romanos y conducen a la siguiente conclusión:  tenemos paz con Dios por medio de Nuestro Señor, Jesucristo” (Romanos 5.1, NVI). ¿Pero cómo entender estas palabras? Si el cristiano está en “paz con Dios”, ¿por qué siente en su interior la angustia de una lucha entre “carne y espíritu”, un conflicto que el mismo apóstol Pablo experimentó? Si Dios quiere profundizaremos la respuesta en la próxima entrega.

Para poder prepararse para este estudio, será de mucha ayuda tomar un tiempo para pensar en los términos traducidos del griego que significan “señor” (κύριος = kurios) y “señorear” (κυριεύω = kurieúō) . Para hacerlo, recomendamos leer y meditar en los siguientes versículos donde aparecen alguna de estas dos palabras.1 

Agradecemos nuevamente a Juan Carlos, cuya pregunta nos motiva a continuar con esta serie de entregas.

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