Parte 2 ¿Existe la iglesia verdadera?
Interpretaciones tradicionales
Ahora nos remitimos al contexto inmediato, Mateo 16.18: “Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Dos posiciones tradicionales con respecto a la identidad de la “roca” la identifican como: 1) Pedro, o si no, 2) lo que Pedro acaba de confesar en Mateo 16.16: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. ¿Podemos optar por una de estas dos posiciones? Consideremos nuevamente la frase en Mateo 16.18, donde Jesús dice, “Yo también te digo que tú eres Pedro (petros), y sobre esta roca (petra) edificaré mi iglesia”. Las palabras entre paréntesis, petros y petra, ambas signfican “piedra” o “roca” en griego, el idioma en el cual escribe Mateo. Por una parte, es evidente que, así como el evangelista relata el momento, Jesús hace un juego de palabras entre el nombre que Él elige para Pedro (quien originalmente se llamaba Simón) y la “roca”. Por otra, las palabras petros y petra, son diferentes, no comunican exactamente lo mismo en griego, a pesar de compartir la misma raíz; de manera que se dificulta la elección entre las dos interpretaciones mencionadas.Construir sobre la roca: dos veces en Mateo
Para entender lo que Jesús quiso decir al asociar la “roca” de alguna manera con Pedro, es conveniente recordar la manera en que Mateo ha captado las ideas y palabras de Nuestro Señor a lo largo de su evangelio. En esta obra encontramos reiteradas veces ideas que se presentan en un momento y luego vuelven a desarrollarse en otro contexto del ministerio de Jesús. Aquí justamente encontramos uno de los ejemplos más claros de este fenómeno. La relación entre “construir” y “la piedra” o “roca” se presentan por primera vez al finalizar el Sermón del Monte en el capítulo 7.24-28. Allí la metáfora del hombre prudente o sabio introduce el concepto de aquel que “construye su casa sobre la roca”. En ambos casos, Mateo 7.24 y 25 y Mateo 16.18, el concepto es el mismo: construir sobre la roca (petra). En el contexto de Mateo 7.24-29 el hombre prudente que construye sobre la roca es aquel que escucha y hace lo que Jesús dice, es decir, uno que realmente se propone vivir como su discípulo. Se trata del momento cuando Jesús acaba de pronunciar el Sermón del Monte a la gente y a sus discípulos; al finalizar, la multitud reconoce la autoridad de Jesús para enseñar (Mateo 7.28-29). Esta misma autoridad para enseñar es la idea clave con la cual Mateo cierra su relato de la vida y las palabras de Jesús como Mesías en el 28.19-20. El discípulo reconoce la autoridad de Jesús como Mesías y por lo tanto aprende a “obedecer todo lo que manda” (Mateo 28.20). Este llamado a la obediencia a las enseñanzas de Jesús es el mismo que se describe al final del Sermón del Monte; el que responde a este llamado describe al sabio que “construye” sobre la “roca”. De manera que la roca representa el reconocimiento de la autoridad de Jesús para enseñar: como Maestro, Él tiene la autoridad única y propia del Mesías.¿Gibraltar o gelatina?
En el 16.16, tomando en cuenta el contexto global del pensamiento de Mateo, podemos considerar a Pedro como representativo del hombre sabio: reconoce en Jesús la autoridad inconfundible del Mesías al afirmar: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Este reconocimiento es la roca sobre la cual Jesús construye su Iglesia. Ella está compuesta de seres humanos prudentes y sabios como Pedro, dispuestos a construir sus vidas a los pies de Jesús el Mesías. Estas personas son su pueblo, su Iglesia, sus discípulos. Lectores atentos al evangelio, sin embargo, seguramente no llegarán a la conclusión de que la cualidad más característica del apóstol Pedro es la prudencia, o la sabiduría. Efectivamente, pocos renglones después, cuando él quiere estorbar la voluntad de Dios (16.21-22), Pedro pasa a representar a los que se oponen a Dios, incluso al gran jefe de la oposición, Satanás (16.23). Podríamos decir que Pedro en un instante deja de ser el hombre sabio que construye sobre la roca para convertirse en otro personaje, el tonto que oye a Jesús hablar pero no le hace caso (Mateo 7.26-27). Para realmente merecer el nombre de “Piedra”, tiene que aprender a vivir según las normas del Sermón del Monte en capítulos 5 al 7. Como muchos discípulos modernos de Jesús, más que una roca inamovible de Gibraltar, Pedro suele asemejarse más a una masa de gelatina.Construir = formar discípulos
Las claras coincidencias entre estas dos instancias, en las que se recurre a la “construcción sobre la roca” para hablar de la respuesta a la autoridad de Jesús como Mesías, seguramente reflejan el propósito de Mateo al escribir . Esto es un ejemplo de la importancia de leer su evangelio en su totalidad para entender mejor las distintas partes que lo componen. En ambos casos, cuando se reconoce la autoridad de Jesús, Él construye su iglesia: suma a discípulos. Este reconocimiento es lo que encontramos en la confesión de Pedro en el 16.16. Al asumir el compromiso de reconocer que Jesús realmente es el Mesías, Pedro, representa al discípulo, el que construye su vida sobre el hecho de seguir a Jesús como Rey. Según la metáfora que Pedro mismo utiliza algunos años después, él sería una sola “piedra viva” 1 , que, unida a otras, se aferra a la piedra principal, Jesús, para llegar a ser un “templo”: metáfora que este apóstol usa para hablar de un pueblo que anuncia las maravillas de Dios (1 Pedro 2.4-10). De manera que ambas interpretaciones tradicionales de la “roca” en Mateo 16.18, (Pedro, o si no, su confesión) reflejan solamente en parte lo que Mateo quiso comunicar, ya que para una interpretación acertada es necesario tomar en cuenta el contexto total de su evangelio. Hemos agregado un elemento a nuestra definición de la iglesia verdadera: ya habíamos visto que lo que se construye es la Iglesia de Jesús, el pueblo compuesto de sus discípulos, a quienes Él vino para salvar de sus pecados. Ahora vemos que si no estamos dispuestos a someternos a su autoridad y aprender a obedecer todo lo que Él enseñó (Mateo 28.18-20), no podemos ser parte de la iglesia que Él construye. En nuestra próxima entrega, veremos el elemento imprescindible para que ese proceso de construcción comience: la iniciativa de Dios.Parte 1 ¿Existe la iglesia verdadera?
Teología escatológica del momento actual. ¿Trompetas?
Uno no deja de preguntarse acerca de la verdadera motivación de los autores de semejantes videos. ¿Nacen del deseo de convencer acerca de una interpretación dada? ¿Son simples bromas? ¿Qué pasará si las personas condicionan su fe en la segunda venida de Jesús a la supuesta veracidad de estos videos y otras “pruebas” actuales? Si estos internautas quedan desilusionados en cuanto a esta evidencia moderna, ¿quedará afectada su fe en el Señor? Ya que lo que está en juego se trata de nada menos que la fe de los creyentes en Jesús, es conveniente detenernos a pensar primeramente en el carácter simbólico del Apocalipsis y, luego, desde esta perspectiva, preguntarnos qué significan las siete trompetas de esta profecía del Apóstol Juan.
Una profecía comunicada por medio de señales.
Desde el vamos en Apocalipsis 1.1, Juan recurre a un verbo “semaino” que se traduce como “indicar, dar a entender, dar a conocer” según la Sociedades Bíblicas Unidas. -Este primer versículo del libro se traduce en la Biblia de las Américas de la siguiente manera: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la dio a conocer, enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”. En esta versión, la frase “dio a conocer” traduce el verbo “semaino”. Es necesario aclarar que este verbo también puede traducirse como “dar a conocer por medio de señales”. El Diccionario griego-español Vox registra las siguientes posibilidades: “señalar, indicar, apuntar; dar señal (a alguien de hacer algo); hacer señales; declarar, interpretar, explicar, referir; significar”. El verbo tiene la misma raíz que el sustantivo semeion (señal, signo), un término importante para el apóstol Juan en su Evangelio. Allí, por ejemplo, cuando Jesús devuelve la visión a un ciego (Juan, capítulo 9) es una “señal” de algo más profundo: “Jesús es la luz del mundo” (Juan 8.12) quien abre nuestros ojos espirituales para creer en el Hijo de Dios. Cuando llegamos al Apocalipsis, ya aprendimos que recurrir a “señales” para comunicar una verdad no es nada nuevo, ni para Jesús (Juan 6.26), ni para su apóstol, Juan.
Entonces, por más que el verbo semaino puede significar sencillamente “dar a conocer”, en Apocalipsis 1.1 el Señor probablemente quiere decir “comunicar por señales” a sus “siervos”. ¿Por cuál de los significados tendríamos que optar?
Afortunadamente, como suele ocurrir en el Apocalipsis en este versículo se encuentra una clara alusión a un evento del Antiguo Testamento, en este caso a Daniel, capitulo 2. El comentarista G. K. Beale ha demostrado que Apocalipsis 1.1 nos lleva directamente a Daniel 2.28-30, y 2.45 en la Septuaginta, la traducción al griego del Antiguo Testamento que circulaba en el siglo primero de nuestra era. El apóstol Juan con frecuencia recurre a la Septuaginta en sus alusiones al Antiguo Testamento en el Apocalipsis. En el capítulo 2 el Rey Nabucodonosor ha soñado con una estatua compuesta de cuatro materiales diferentes. Parte de la interpretación del sueño se encuentra en Daniel 2.45, donde el griego de la Sepuaginta puede traducirse de la siguiente manera:
“Así como viste desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro, El Dios grande //ha dado a conocer (o) ha comunicado con señales// al rey las cosas que serán en los últimos días.”
En esta cita las dos opciones para traducir “semaino” aparecen entre barras dobles : // //.
Otra frase en el 1.1 del Apocalipsis, “las cosas que deben suceder pronto”, reproducen exactamente las palabras “las cosas que deben suceder en los últimos días” en Daniel 2.28 y 2.30 en la Septuaginta, salvo que Juan introduce un importante cambio: estas cosas deben suceder “pronto”. Lo que iba a suceder en los “últimos días» desde la perspectiva de Daniel debe suceder “pronto” en la época de Juan. Es que los “últimos tiempos” son los que comienzan a partir de la resurrección de Jesús, y Juan, quien escribe varias décadas después de este inicio, sabe que el tiempo del cumplimiento “está cerca” (Apocalipsis 1.3). Jesús durante su vida anunciaba un reino que “se ha acercado” (Marcos 1.15, Biblia de las Américas). En cambio, en el momento en que Juan escribe, por haber resucitado Jesús efectivamente ya “hizo” el reino (Apocalipsis 1.6).
Elementos de un sueño, y de una visión, que comunican simbólicamente la realidad.
Continuamos comparando Apocalipsis 1.1 con el sueño de Nabucodonosor (Daniel capítulo 2). En el contexto de este sueño, la estatua y la piedra que la pulveriza símbolizan (“señalan, comunican por señales”) reinos humanos que son vencidos por el reino de Dios (ver la explicación en Daniel 2.31-45). No son ni una estatua ni una piedra literales. Por eso, podemos sostener que es viable la traducción “Dios ha comunicado con señales al rey las cosas que serán en los últimos tiempos” de Daniel 2.45. La estatua del sueño no existió literalmente; fue un elemento relevante del sueño de Nabucodonosor; éste y los demás elementos del sueño tienen un significado simbólico que el profeta Daniel se ocupa de explicarle al Rey: en los últimos tiempos llegará el reino de Dios que conquistará a los reinos de los hombres. En cambio, en el momento en que se recibe la visión del Apocalipsis, el reino de Dios ya se ha acercado; Jesús ya ha creado y un reino de “sacerdotes” (su Iglesia) (Apocalipsis 1.6). Ahora falta solamente que Él juzgue definitivamente con su poder soberano cuando venga “en las nubes” (Apocalipsis 1.7) cuando Él se siente en su trono para juzgar (Mateo 25.31). Es de este estado del reino de Dios que se habla en el Apocalipsis. Lo que son los “últimos días” para Nabucodonosor, en la época de Juan ya es “pronto”.
Basándonos en esta interpretación claramente simbólica de Daniel 2, a la que se alude directamente en Apocalipsis 1.1, podemos afirmar que desde su inicio la profecía de Juan comunica la palabra de Dios por medio de símbolos. En otras palabras, la linea recta a Daniel 2 en el capítulo 1.1 de Apocalipsis, señala la intención de la profecía de darse a conocer de esta manera: “comunicando con señales”. Es más, Juan aclara que él escribe “en lenguaje espiritual” (Apocalipsis 11.7), es decir, no literal.
¿Cómo afecta este hecho la manera de interpretar las “trompetas” del Apocalipsis? Recordando que Apocalipsis se da a conocer simbólicamente conforme el modelo de Daniel 2, sencillamente no tenemos por qué pensar que habrá trompetazos más literales que la estatua y la piedra del sueño de Nabucodonosor. Así como Dios “señaló”, habló por signos, a Nabucodonosor, ahora “señala”, habla por signos, “a sus siervos”. Por lo tanto, desde la perspectiva de la comunicación simbólica, las siete trompetas pueden representar las variadas oportunidades en que Dios ha hablado en la historia de su pueblo con “voz de trompeta”. Por ejemplo, así Él habla a Moisés y el pueblo de Israel en Sinaí (ver Éxodo 19.18-19, 20.18;). Ciertamente podemos imaginar una alusión directa a las trompetas que suenan cuando se caen las murallas de Jericó. Esto sucede después de un período siete días. Siguiendo las indicaciones del Señor, los primeros seis días los israelitas diariamente dan una sola vuelta alrededor de la ciudad en silencio. Pero hay una énfasis especial el último día, el séptimo, cuando marchan alrededor de la ciudad siete veces (Josué 6.14-16, 6.20). Inmediatamente tocan las trompetas y las murallas de la ciudad se caen. Así con su obediencia el pueblo de Dios venció en el pasado, y de la misma manera, en los “últimos tiempos” los santos serán vencedores porque dan el testimonio de su fe al mundo que rechaza a Jesús (Apocalipsis 12.10-11). Este mundo, “en lenguaje espiritual”, el Apocalipsis llama “la gran ciudad”. Su caída, está anunciada por las trompetas de la profecía (que incluye el testimonio de “los santos”) de la misma manera que cayeron las murallas de Jericó.
Así como Dios ha intervenido en el pasado para salvar a su pueblo, sigue obrando en el presente y lo hará en el futuro, porque Él es “el que era, el que es y el que ha de venir” (Apocalipsis 1.4). Pero puesto que se trata de lenguaje simbólico, no tenemos por qué pensar que literalmente sonarán trompetas o que se escuchará un “zumbido fuerte” durante varios años en distintas partes del mundo. El símbolo de las trompetas comunica la realidad del juicio de Dios contra el mundo que no acepta a su Hijo Jesucristo. En el momento predeterminado, Dios interviene a lo largo de los años para juzgar, e intervendrá definitivamente en el día de la consumación universal: no habrá especulación ni harán falta videos que anuncien la segunda venida de Jesús y el juicio final: “Todo ojo lo verá” (Apocalipsis 1.7). Los juicios de Dios son irrevocables. Son anunciados por la proclamación de su Palabra, no por un zumbido misterioso que puede producirse por medio de la tecnología moderna y luego subirse a internet. Cuando el Señor inicie el juicio final, no nos quedarán dudas.