Parte 3, Legitimidad en la relación de pareja: ¿Cuál es la definición del apóstol Pablo?

Parte 3, Legitimidad en la relación de pareja: ¿Cuál es la definición del apóstol Pablo?

Relaciones de poder en la sexualidad entre los gentiles

El judaísmo en tiempos bíblicos, dividía la humanidad entre judíos y “gentiles”, i.e. “las gentes” o “naciones”. En el Tanaj se relata cómo Dios había elegido a Israel como su pueblo; Jesús, en cambio, construiría a su pueblo, la Iglesia, de entre todas las naciones (Mateo 16.18; 28.18-20). Los primeros conversos al cristianismo eran judíos monoteístas; en cambio, los gentiles eran politeístas y tendrían que aprender primeramente que existe un solo Dios verdadero. En cuanto a las relaciones de pareja, en la cultura grecorromana existía el matrimonio, pero en cuanto a satisfacción sexual en sí, era una sociedad verticalista.

Un factor determinante.

El manejo del poder era un factor determinante en cuanto a la legitimidad de las relaciones sexuales. Un amo, por ejemplo, podía mantener relaciones sexuales con su esclavo o esclava. De hecho, la prostitución en la cultura grecorromana era en gran medida con esclavas y se consideraban la manera más apropiada de satisfacer la sexualidad y de esta manera resguardar la castidad de las mujeres libres, candidatas legítimas para el matrimonio. Los templos politeístas y el ambiente del banquete grecorromano incluían amplias oportunidades para tener relaciones con los de menos poder. En cambio, las relaciones matrimoniales existían sobre todo para producir herederos y ciudadanos, es decir perpetuar la casa y la sociedad (ver la parte 1 de esta serie). 

¿En qué consiste la “inmoralidad” en las relaciones de pareja? 

¿Cómo encara el “apóstol a los gentiles” la enseñanza de cristianos nuevos provenientes de la cultura grecorromana en vez del judaísmo? En primer lugar, en su papel de apóstol a las naciones, él toma como punto de partida las enseñanzas de la Torá1 en cuanto a las relaciones de pareja y las inculca en las comunidades cristianas gentiles. Esto es evidente sobre todo en su primera epístola a la iglesia de Corinto. En los capítulos 5 al 7, varias veces alude a enseñanzas de Levítico 2 y otras partes de la Torá para definir en qué consiste la “inmoralidad sexual” (porneia en griego).

El incesto: Primero el apóstol Pablo condena el incesto. Dice que en la iglesia de Corinto un hombre se había casado con su madrastra, una práctica inmoral que no era aceptable “ni siquiera entre los gentiles”. Al condenar al cristiano de Corinto que tenía como mujer a la esposa de su padre (1 Corintios 5.1), alude a Levítico 18.8: “no tendrás relaciones sexuales con la esposa de tu padre…”. Recurriendo a su autoridad apostólica, ordena “expulsar” al incestuoso de la comunidad (1 Corintios 5.1-5), con la esperanza de que tome conciencia, cambie y se salve. 

El adulterio: En 1 Corintios 6.9 condena al “adúltero”, término que actualmente se entiende como la persona casada que tiene relaciones sexuales con alguien que no es el esposo/esposa. Dentro de la cultura clásica griega, el adúltero “violaba” la condición “honorable” de la mujer “libre”. En sí, el adulterio era un delito contra el esposo de la mujer involucrada: era una ofensa de un varón contra otro. 3 Jesús, en cambio, ya había puesto en iguales condiciones a los “adúlteros” masculinos y femeninos (Marcos 10.11-12).

Relaciones sexuales entre dos varones: También Pablo incluye como “inmorales” a las relaciones homosexuales masculinas. Para esto emplea dos términos en 1 Corintios 6.9.4 Uno de estos términos es “malakos” que significa “blando” o “suave” y en este contexto se traduce como “afeminado”. Específicamente malakos se refiere al hombre que ocupa un papel pasivo en un encuentro homosexual masculino. El otro término “arsenokoítēs” [se compone de “arsēn” (varón) y “koiteomai” (acostarse)] es un vocablo que el apóstol deriva de Levítico 18.22 y Levítico 20.13 en la traducción al griego del Tanaj,5 donde se prohíbe al varón acostarse “con otro varón como si fuera una mujer”. Evidentemente con este segundo término, arsenokoítēs, se refiere al papel más activo o dominante (en contraste con malakos) en un encuentro homosexual masculino. Se traduce en la versión Reina Valera como “los que se acuestan con hombres”.   

Tomados en su conjunto estos dos términos, “afeminados” y “los que se acuestan con hombres”,  en la cultura grecorromana podrían referirse en algunos casos a una relación de índole sexual entre amo y esclavo, ambos siendo varones. Recordemos que la satisfacción sexual de un ciudadano con una persona de menos poder, esclavo o esclava, era aceptable en aquella sociedad. Como apóstol a los gentiles, Pablo condenó este tipo de relaciones, al punto de afirmar que los que las practicaban no entrarían en el reino de Dios. Esto fue una advertencia tan severa como la expulsión del incestuoso de la iglesia en 1 Corintios 5.1-5. 

Algunos de la comunidad cristiana de Corinto habían participado de varios de estos distintos tipos de inmoralidad sexual, pero habían sido “lavados, santificados y justificados” (1 Corintios 6.11). Es decir, habían abandonado estas costumbres como una decisión necesaria para tener a Jesús como su Señor. Sin embargo, no eran, en cambio, estos tipos de inmoralidad sexual peores pecados que otros que del mismo modo descalificaban a uno de entrar al reino de Dios. El apóstol incluye a los que practicaban practicaban estos tipos de inmoralidad sexual como “malvados”, en condiciones iguales con “los idólatras, ladrones, avaros, borrachos, calumniadores y estafadores” (1 Corintios 6.9-10). (Seguramente todos los componentes de esta lista merecen un tratamiento especial para tomar conciencia de la necesidad de evitarlos.)

Prostitución femenina: Luego el apóstol incluye entre lo que es “inmoral”, a la prostitución femenina, recurriendo nuevamente a la Torá (Génesis 2.24, citado en 1 Corintios 6.16). En el judaísmo, “cometer inmoralidad sexual” en un principio se refería a la prostitución, pero llegó a entenderse como “tener relaciones sexuales fuera del matrimonio”, i.e. no ser casto.6  En el imperio romano un alto porcentaje de prostitutas eran esclavas; tal vez un tercio de los habitantes del imperio vivían en la esclavitud,7  y en la ciudad de Roma un veinte por ciento vivían en esta condición.8

Al condenar el apóstol Pablo la prostitución como una práctica inaceptable para los cristianos, el contraste con el mundo gentil es marcado, ya que en el mundo grecorromano las relaciones sexuales con una esclava dedicada a la prostitución se consideraban normales para los ciudadanos masculinos (ver parte 1). 

¿Qué cambia introduce el nuevo paradigma cristiano para la relación de pareja legítima?

El apóstol a las naciones, aplicando enseñanzas extraídas de la Torá, ha encapsulado como inmoralidad sexual a varias actividades: incesto, adulterio, relaciones homosexuales masculinas y prostitución. ¿Incluiría en esta lista «cosas semejantes a estas» (como hace en otra lista en Gálatas 5.21)? Todas las que él mencionó merecían expulsión de la comunidad cristiana para lograr que el ofensor recapacitara y evitara un destino eterno fuera del reino de Dios. Pablo enseñó que ya que existían tantas clases de “porneia” (inmoralidad sexual) “que cada hombre tenga su propia esposa y cada mujer tenga su propio esposo” (1 Corintios 7.1-2). Es decir, como Enviado por Jesús a los gentiles, el apóstol Pablo definió una relación de pareja legítima como la heterosexual entre cónyuges, varón y mujer. En vez de una relación verticalista, en la que el más poderoso se satisface sexualmente con el de menos poder, propuso una relación entre iguales. El marido cristiano ya no buscaría satisfacerse en relaciones extramatrimoniales con personas de menos poder social, específicamente esclavos, sean mujeres u hombres. El sentido del sexo en el matrimonio ya no será sencillamente para procrear, como se acostumbraba en la cultura grecorromana, sino para satisfacerse mutuamente. De esto hablaremos en las próximas entregas. 

Muchas gracias, Nicole, por el diálogo que ha motivado esta respuesta. 

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Parte 2. Legitimidad en la relación de pareja: ¿cómo cambia con el advenimiento del cristianismo?

Parte 2. Legitimidad en la relación de pareja: ¿cómo cambia con el advenimiento del cristianismo?

En la Parte 1 de esta respuesta exploramos un poco en torno al concepto de la relación de pareja en la cultura grecorromana clásica. Para entender el impacto del cristianismo sobre el concepto del matrimonio en este ambiente, debemos remontarnos a sus raíces hebreas.

El Tanaj hebreo y las Escrituras Griegas

La Biblia cristiana puede dividirse en el Tanaj hebreo (el Antiguo Testamento) y las Escrituras Griegas (el Nuevo Testamento). El Tanaj es la recapitulación de diversas obras escritas a lo largo de los siglos, las que los creyentes actuales aceptamos como revelación divina.
Al inicio del Tanaj, el Génesis relata el primer matrimonio, entre Adán y Eva, una unión cuyo inicio no cuenta con evidencia de ceremonia alguna (Génesis, capítulo 1 y 2). El Génesis también narra las historias de los patriarcas hebreos, quienes se casaron sin recurrir a un registro civil u otras modalidades convencionales. Por ejemplo, después de la muerte de Sarah, la esposa de Abraham, el hijo de ambos, Isaac, llevó a su comprometida, Rebeca, “a la carpa de Sara, su madre y la tomó por esposa…. y así él se consoló de la muerte de su madre” (Génesis 24.67). Para no ser vista por Isaac antes de casarse, Rebeca se cubrió con un velo (Génesis 24.65), acción que con el tiempo se convirtió en una práctica común entre las novias en el momento de casarse. Este relato del Génesis deja la sensación que no hubo ceremonia nupcial entre Isaac y Rebeca, pero la Biblia los presenta claramente como un matrimonio. Con el correr de los siglos, Levítico, el tercer libro de la Torá (la “Ley de Moisés”), definió estrictamente las relaciones de pareja permitidas según la revelación divina y las que no lo eran. En Levítico solamente ciertas uniones heterosexuales eran legítimas; las uniones entre varones condenadas. Con el tiempo la tradición rabínica entendió que esta prohibición también abarcaba la unión entre mujeres.

Jesús y la herencia del Tanaj

Cuando avanzamos varios siglos hasta la época de Jesús, es necesario reconocer que él vivió toda su vida dentro de los límites culturales y geográficos del judaísmo, en lo que en la actualidad es el país de Israel.
En sus enseñanzas Jesús no disentía con la ley de Moisés y los profetas judíos en cuanto a la relación de pareja. Más bien, él buscaba cumplir la ley de Moisés, es decir, presentarlo en su verdadero sentido (Mateo 5.17). Asimismo, él aclaró que el infringir las leyes mosaicas en cuanto a la fidelidad conyugal entre hombre y mujer era un mal que nacía del corazón: era más profundo que la simple acción del adulterio (Mateo 5.27-30, Marcos 7.21-23). Por otra parte, no hacía falta que él enseñara acerca de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, ya que en el contexto judío en el cual él se movía, tales uniones directamente no se permitían y eran condenables. Es en este contexto judaico donde se registran las enseñanzas de Jesús en la segunda parte de la Biblia, el Nuevo Testamento, específicamente en los primeros cuatro libros: los Evangelios. El resto del Nuevo Testamento relata hechos posteriores a su resurrección y define aún más la enseñanza cristiana con respecto a la legitimidad en las relaciones sexuales.

Un movimiento que supera los límites geográficos y culturales de Israel

Después de la resurrección de Jesús, con el tiempo la composición del “pueblo de Dios” dejaría de ser estrictamente judía para abarcar a personas de distintos orígenes étnicos y culturales que reconocen a Jesús como Señor. Esta comunidad internacional se llamaría “la Iglesia”, la cual Jesús se había propuesto “construir” entre personas de todas las naciones (Mateo 16.18, 28.18-20). Sin embargo, estaba en los planes de Dios comenzar dicha construcción internacional después de la resurrección y ascensión de Jesús. Los primeros apóstoles serían “testigos de su resurrección” (Hechos 1.7-8, 21-22; ), ya que la existencia de la Iglesia dependería de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús al cielo. Desde allí, nuevamente reunido con el Padre como soberano del universo, Jesús enviaría al Espíritu Santo a la tierra; el Espíritu junto con los apóstoles son los “testigos de la resurrección de Jesús” (Hechos 5.32), el hecho histórico que confirma la veracidad de sus enseñanzas y autoridad como Hijo de Dios.

El apóstol a las naciones

Después de la resurrección de Jesús, un personaje clave que Él empleó en la difusión de su movimiento fue el “apóstol a las naciones”, Pablo. Cuando Jesús llamó a Pablo (c. 33 AD), éste era su enemigo intransigente. De hecho, en el momento de su llamamiento, Pablo iba camino a encarcelar a los cristianos cuando un encuentro directo con el Jesús resucitado puso en evidencia su error. Así, a la fuerza él tomó conciencia de que Jesús no fue solamente un hereje crucificado; a Pablo se le había aparecido un ser viviente, el Señor resucitado de entre los muertos y eternamente vivo (ver Hechos 9.1-18, 22.1-21, 26.9-18). Ante esta evidencia, Pablo se transformó de perseguidor acérrimo de los cristianos en promotor infatigable de la fe en Jesús. Su nuevo Señor le asignó una misión única: “te envío a las naciones” (Hechos 22.21). ¿En qué consistían las naciones? ¿A dónde mandó Jesús a Pablo? ¿Qué pasaría cuando este apóstol a los gentiles, formado en la Torá de Israel, se encuentra con la cosmovisión grecorromana en cuanto a las relaciones sexuales?
Leeremos de la misión del apóstol Pablo a los Naciones y cómo definió la legitimidad en la relación de pareja en la próxima entrega.

Deseamos expresar nuestro agradecimiento a Nicole y a otras personas por haber motivado esta respuesta.

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Parte 1 Legitimidad en la relación de pareja: ¿en qué consiste?

Parte 1 Legitimidad en la relación de pareja: ¿en qué consiste?

Según el código civil argentino

En las últimas décadas, hemos vivido cambios sociales vertiginosos en la Argentina en cuanto a lo que constituye el matrimonio. Desde la primera unión civil en el 2003 hasta el casamiento de un legislador bonaerense con otro varón bajo la figura del “matrimonio igualitario” en abril del 2019 las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo han ganado terreno y legitimidad. Cuestionarlas se considera -con cada vez más frecuencia- discriminatorio y hasta ilegal en algunas circunstancias. Incluso se ha legislado que en los casamientos civiles en la Argentina ya no se habla de “hombre y mujer”, sino de “contrayentes” sin especificar el sexo de las personas que contraen matrimonio. 

Esta práctica actual contrasta marcadamente con el concepto heterosexual tradicional judeocristiano del matrimonio. Podríamos preguntarnos… ¿no podrían ambos paradigmas convivir? ¿No apunta lo “igualitario” a lo que es justo y deseable? ¿Cómo podría considerarse como ilegítima una unión entre dos seres humanos conscientes y responsables de sus propias elecciones? ¿Quién decide en cuanto a lo que constituye la legitimidad en la relación de pareja?

¿Cómo se establece un paradigma en cuanto a lo que es aceptable o legítimo en una relación de pareja?

“Legítimo” significa en primer lugar legal, conforme a las leyes. No obstante, según la RAE también puede significar: “cierto, genuino y verdadero en cualquier línea”, es decir, no solamente en el ámbito de las leyes. Si bien los gobiernos establecen la legitimidad en muchos aspectos, en otros ámbitos la práctica determina lo que es normal y aceptable, dicho de otro modo, lo que es “legítimo”. Tanto en las leyes como en la práctica, en los últimos tiempos hemos visto el cambio en cuanto a la definición del matrimonio. No sería nada sorprendente si en el futuro se modificara aún más. Por otra parte, dentro de la sociedad, lo que es “legítimo” en el matrimonio según las leyes, sigue encontrando rechazo de parte de algunos ciudadanos que podrían considerarse como reaccionarios. De la misma manera, si uno se remontara casi dos milenios atrás, a un primer momento de la enseñanza cristiana sobre la legitimidad en las relaciones de pareja, podríamos notar que también apareció en un ámbito que le era hostil. ¿Cómo surgió? En su momento, ¿cómo estableció su legitimidad? ¿Cómo pasó a ser algo aceptable en un segmento de la cultura grecorromana del primer siglo d.C.?

Obsesionados por la legitimidad en el mundo clásico

Refiriéndose a la cultura helénica clásica, el autor Harper afirma que los “varones griegos estaban obsesionados por la cuestión de la legitimidad” 9. La solución de la sociedad era definir bajo qué condiciones una mujer era “libre”, i.e. una candidata aceptable para casarse y tener hijos “legítimos” quienes podrían heredar. Las mujeres en condiciones de casarse y las esposas eran libres, honorables. En cambio, prostitutas, esclavas y cortesanas no lo eran. Lejos de ser mal visto en la sociedad, recurrir a mujeres que no eran libres para satisfacerse sexualmente era una manera aceptable de evitar la violación de mujeres honorables, libres. El honor de las mujeres libres debía mantenerse para proteger la legitimidad. 

Verticalidad en la sexualidad

Las relaciones sexuales solían ser verticalistas; es decir, para satisfacerse sexualmente la persona con más poder tenía libre acceso al cuerpo de la persona de menos poder. La esclavitud, que desempeñaba un papel importante, es tal vez donde más se evidenciaba este aspecto verticalista de la sexualidad en la sociedad. El amo tenía poder sobre el cuerpo de sus esclavos: hombres o mujeres. 

En la sociedad romana, la mujer libre pasaba de la sujeción al padre a la del marido. “Jamás, mientras sobreviven los hombres, desaparece la sujeción femenina; ellas mismas aborrecen la libertad producida por la pérdida de su padre o maridos”2 según el historiador romano Tito Livio. 3

La “legitimidad” en una relación de pareja en la sociedad grecorromana clásica, se establecía con otras normas que la sociedad argentina del siglo veintiuno en gran medida no comparte. Por lo menos en lo que concierne a las leyes, la sociedad contemporánea es más igualitaria. Sin embargo, en tiempos de la cultura clásica se introdujo otra cosmovisión que definía de otra manera la legitimidad en la relación de pareja. Veremos en la próxima entrega lo que sucedió cuando los parámetros del cristianismo en cuanto a la pareja llegan por primera vez al mundo clásico. 

Agradecemos a Nicole por haber motivado el comienzo de la respuesta a esta pregunta.

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Parte 2: ¿Cómo puedo empezar a leer la Biblia? Con respecto a la interpretación…

Parte 2: ¿Cómo puedo empezar a leer la Biblia? Con respecto a la interpretación…

Después de publicar la primera parte de esta serie de entregas, un lector nos cuestionó si los cursos gratuitos que ofrecemos pretendían interpretar correctamente la Biblia. También él afirmó que las Escrituras no son de “interprepación privada”;  sino que más bien hacía falta que alguna autoridad apostólica facilitara una correcta interpretación de ellas.

Consideramos que nadie puede estar seguro de interpretar correctamente la Biblia; ni siquiera a través los los cursos que promocionamos (aunque hagamos todo lo posible para lograr eso). Conociendo esta dificultad, llegado el momento de la interpretación, necesitamos recurrir a ciertos criterios: 

Tener una mente crítica.

En primer lugar, uno debe ser como los oyentes de la sinagoga de ciudad Berea, quienes “examinaban todos los días las Escrituras para verificar la exactitud de lo que oían” (Hechos 17.11, Libro del Pueblo de Dios). Otras traducciones dicen que “escudriñaban” o “estudiaban” diariamente las Escrituras para verificar si era verdad lo que escuchaban. Fundamental, entonces, es tener una mente crítica. 

Fijarse en el contexto.

¿Que quiere decir nuestro lector con la idea que “las Escrituras no son de interpretación privada”? Él podría estar aludiendo a una cita del apóstol Pedro: 

20 Pero antes que nada deben entender esto: Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, 21 porque la profecía nunca estuvo bajo el control de la voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron bajo el control del Espíritu Santo.

2 Pedro 1.20-21, Nueva Versión Internacional

Con una primera lectura de este versículo, pensaremos tal vez que las palabras “interpretación privada” pueden entenderse de dos maneras: refiriéndose por un lado a la interpretación del lector de las Escrituras, y por otro a la de su autor. Consideremos cada una de ellas a continuación.

Si se refiere a la interpretación del lector, quiere decir que nadie que quiera leer la Biblia puede interpretarla correctamente por su cuenta. Haría falta alguna autoridad más bien “apóstolica” que sí sería capaz de interpretarla de una manera definitiva. Esta es la manera en que la Iglesia Católica tradicionalmente ha interpretado estas palabras de Pedro. Solamente la Iglesia podría explicar lo que dice la Biblia, según esta manera de entender el versículo. 

 Sin embargo, la segunda posible opción de “interpretación privada” tendría más que ver con la intención de los autores de las Escrituras en el contexto espacio temporal en el cual las redactaban. Solo tenemos que seguir leyendo en el siguiente versículo (21) para saber que el autor humano no está expresando su interpretación de la realidad; sino sencillamente comunicando en sus palabras lo que recibió por medio del Espíritu Santo. De esto se trata justamente la inspiración. Lo que escribe, no es una interpretación “privada” de parte del autor; es más bien la Palabra de Dios lo que él transmite. 

¿Una autoridad apostólica es necesaria para interpretar?

Utilizando una “mente crítica” y “guiándonos por el contexto” en este ejemplo podemos afirmar que en el pasaje citado, el apóstol Pedro utilizaba las palabras “interpretación privada” para afirmar que los profetas del Antiguo Testamento no comunicaban su propio parecer con respecto a la verdad, sino más bien la Palabra de Dios.  ¿Pero qué pasaría si convertimos al mismo autor inspirado en lector? Es decir, un profeta u otro autor inspirado, además de contar con la inspiración para escribir, ¿puede valerse de la misma capacidad sobrenatural para interpretar lo que otro escribe? En la misma epístola el apóstol Pedro nos ayuda a contestar esta pregunta. 

15 Tengan presente que la paciencia de nuestro Señor significa salvación, tal como les escribió también nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le dio. 16 En todas sus cartas se refiere a estos mismos temas. Hay en ellas algunos puntos difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes tergiversan, como lo hacen también con las demás Escrituras, para su propia perdición.

17 Así que ustedes, queridos hermanos, puesto que ya saben esto de antemano, manténganse alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos libertinos, pierdan la estabilidad y caigan.

2 Pedro 3.15-17, Nueva Versión Internacional 

De esta cita podemos deducir que:

  • Tanto el apóstol Pedro como el apóstol Pablo escribían acerca de “la salvación”, tema fundamental del Nuevo Testamento.4
  • El apóstol Pablo escribía con la “sabiduría que Dios le da”. Es decir, era inspirado, igual que los profetas del Antiguo Testamento anteriormente mencionados. Jesús había dicho a los apóstoles que el Espíritu Santo iba a guiarlos a “toda la verdad” (Juan 16.13).
  • Por más que escribían los dos apóstoles sobre un mismo tema, Pedro encontraban que los escritos de Pablo tenían algunos puntos difíciles de entender. Es decir, a un apóstol inspirado le costaba interpretar a otro. 
  • Pedro insta a sus lectores a “mantenerse despierto” y no permitir que falsos maestros los convenzan con una versión tergiversada de las enseñanzas apostólicas. 
  • Los falsos maestros a los que Pedro refiere son “libertinos”, es evidente que los principios morales particulares influyen en como se entiende y transmite alguna enseñanza de la Biblia.

Si Pedro siendo apóstol encontraba que ciertos escritos del apóstol Pablo tenía “puntos difíciles de entender”, ¿por qué pensaríamos que alguna autoridad “apostólica” moderna podría garantizar una interpretación acertada de la Biblia? La inspiración divina es lo que guiaba al autor profético o apostólico cuando escribía, pero no es tan evidente que la misma inspiración lo dirigía en el momento de interpretar lo que otro autor inspirado había escrito.

Por otro lado, es claro el consejo inspirado que Pedro escribe aquí: “mantenerse despierto” a la hora de interpretar. Pueden abundar interpretaciones de personas “ignorantes y inconstantes”, e incluso falsos maestros que tergiversan el sentido de las Escrituras. ¿Cómo entonces “mantenerse despierto” para la tarea de interpretar correctamente la Palabra de Dios? ¿No estaremos más prevenidos y preparados para interpretar si desarrollamos criterios como los de “tener una mente crítica” y “fijarse en el contexto”? ¿No es importante cuidar nuestro comportamiento moral, ya que influye sobre cómo interpretamos todo lo que entra en nuestra mente? Si Dios inspiró a los autores bíblicos para comunicarse con los hombres, somos capaces, y hasta responsables, de intentar entenderla correctamente.

Queremos agradecer a Manuel por llamarnos la atención respecto a este tema, ya que nos motiva a meditar aun más sobre cómo empezar a leer la Biblia.

Cursos gratuitos por internet para principiantes.

Invitamos a todos a aceptar el desafío de leer y aprender a interpretar la Biblia, tal vez acompañando la lectura con dos breves estudios programados disponibles gratuitamente en aula.bibliayteologia.org.

  • Invitación al Mensaje de la Biblia
  • Lecciones sobre el libro que presenta a Cristo

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Parte 1. ¿Cómo puedo empezar a leer la Biblia?

Parte 1. ¿Cómo puedo empezar a leer la Biblia?

Con nuestras últimas publicaciones una cantidad importante de personas nos han hecho esta pregunta. Aquí se intenta comenzar a facilitar una respuesta general. 

En primer lugar, hay que entender que una correcta lectura de la Biblia forma parte de un diálogo entre uno y Dios. ¿Por qué “correcta”? Resulta que no va a cumplirse el propósito de Dios cuando Él reveló este libro si lo lees como cualquier otro. Él tenía algo en mente cuando iba inspirando las obras que componen la Biblia en las mentes de numerosos escritores humanos a lo largo de los siglos. Dios les habló, para que por sus escritos los seres humanos podamos tener una relación cercana con Él. Esta relación puede entenderse hasta cierta medida como un diálogo. 

¿Cómo empezar el diálogo?

En este diálogo entre Dios y tú hay un ir y venir constante, donde interviene en gran parte la oración: consta, por ejemplo, de decirle en primer lugar a Dios que estás dispuesto a escucharle. Si no quieres escucharle, bueno, díselo. Si no sientes su existencia como una realidad, también házselo saber. En cambio, si puedes acercarte a Dios como tu Padre Santo, a Jesús como tu Señor, no dejes de expresarle tu reverencia, tu predisposición a aprender y obedecer. Tal vez te encuentres en el medio; lo importante es tu honestidad. En esta parte del diálogo, y durante todo el transcurso de la lectura, nada reemplaza el sincerarse sin reservas con Dios. Una de nuestras problemáticas incuestionables como seres humanos es el no tener la costumbre de escuchar. Reconocer esta falta de predisposición es seguramente un primer paso para alcanzar una mente despejada y así poder realmente oír.

¿No te pasa esto en una conversación con cualquier allegado? ¿No te explayas más con las personas que muestran más interés en escucharte? ¿Pasará lo mismo con Dios? Si no quieres escucharlo, no te sorprendas si no te habla. 

Buscar el momento.

Luego, o incluso antes, como en cualquier conversación importante, hace falta tener un momento a solas para poder realmente escuchar. A veces es fácil encontrar este momento, otras veces no tanto. En otras ocasiones, los tiempos con los que contamos facilitan o impiden ese momento de manera inesperada. 

Después de lograr una disposición a escuchar, ¿dónde empiezo a leer? En la primera lección de Introducción al mensaje de la Biblia, encontrarás algunos indicios. Se recomienda seguir las sugerencias que aparecen allí.

Para acceder a esta lección la manera más fácil es inscribirse en el sitio aula.bibliayteologia.org y luego elegir este curso (hay por ahora dos opciones de cursos). Son gratuitos, uno se inscribe ingresando la dirección de correo electrónico. Si tienes alguna dificultad técnica en inscribirte podemos ayudarte (escribir a: consultas@bibliayteologia.org).  La primera lección de este curso te dará una idea de dónde comenzar a leer y el orden a seguir.

Leer y meditar.

Ahora, en la entrega actual veremos un párrafo de la Biblia como ejemplo.  Elegimos éste en particular porque tiene que ver con la pregunta: ¿cómo puedo empezar a leer la Biblia? Nos permite ver dos consejos más: leer y meditar. Verás la necesidad de no solo leer el párrafo, sino también de meditar en lo que dice e incluso concientizarte de la importancia de seguir en diálogo con Dios, cuestionándole, respondiéndole en dónde su palabra te llegue. El párrafo elegido es de la Epístola a los Hebreos 4.12-16. 

12  Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

14 Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos. (Versión citada: Nueva Versión Internacional). 

  • Leemos en primer lugar para tener una idea general de lo que dice. Luego, volvemos a leer buscando nexos. Estas son palabritas que muestran la relación lógica entre ideas. En el párrafo citado están sombreados en este color (que no aparece en el original). Los nexos en este párrafo son:
  • “Ciertamente” (versículo 12) 
  • “Por lo tanto” y “ya que” (versículo 14)
  • “Porque” (versículo 15)
  • “Así que” en el versículo 16. 

“Ciertamente” (vs. 12) indica que lo que sigue tiene alguna relación con lo que se escribió justo antes. En otras versiones en castellano2 en vez de “ciertamente” dice “pues” o “porque”, lo que acerca la traducción un poco más a la palabra en el griego original: gar. Este término indica que la idea que sigue tiene relación con otra expresada en las oraciones anteriores.2

“Por lo tanto” y “ya que” (versículo 14) también muestran una relación lógica con una idea anterior. En el griego original, traduce una misma palabra: oun

“Porque” (versículo 15) es la misma palabra en griego que en el 12 (gar) para mostrar un nexo lógico con la frase anterior. 

“Así que” (versículo 16) repite la palabra oun empleada en el versículo 14. 

Los nexos muestran que todas las oraciones en esta cita están relacionadas lógicamente entre sí. A medida que leemos, reflexionamos (meditamos) con respecto a estas relaciones. En el griego original encontramos solamente dos nexos (gar y oun) que se reiteran. En castellano, para evitar la repetición, en algunas versiones utilizan otros nexos que son sinónimos, pero al hacer esto, se pierde la estructura aleatoria en el idioma original gar-oun-gar-oun que tiene como finalidad unir aún más las ideas. Se menciona este detalle solamente para indicar la utilidad de comparar más de una versión, y cuando difieren entre sí, intentar en lo posible averiguar por qué, remitiéndonos al idioma original. Es decir, tiene valor consultar varias versiones, pero al mismo tiempo, límites.

Buscar ideas claves: 

La palabra tiene vida y poder

Existe una cantidad importante de ideas claves en este párrafo, pero posiblemente nos llame en primer lugar la atención que la palabra de Dios tiene “vida y poder”. Analicemos por partes: ¿Por qué tiene “vida” (o literalmente en el griego “viviente es” o “está viva”)? En busca del porqué, debido al nexo mencionado (versículo 12 “ciertamente” o “porque”), debemos remontarnos a lo que se escribió en los renglones anteriores. El “porque” (gar) es una conclusión a algo previo. De manera que, si leemos todo el capítulo 3 hasta el 4.11 vemos que se alude a un incidente ocurrido siglos antes cuando Dios habló desde el monte Sinaí a su pueblo, recién salido de Egipto, para impartirles el antiguo pacto contenido en la ley de Moisés. En ese momento los “oyentes” no quisieron escucharle. Luego, en un salmo se refiere a este mismo incidente de testarudez, tratando lo ocurrido como un suceso ya ocurrido siglos antes, pero a la vez transportándolo a aquel presente con las palabras, “Hoy… si escuchan su voz…” Repitiendo esta frase (en los versículos 3.7, 3.13, 3.15, 4.7) se enfatiza la palabra hoy, lo que lleva a la conclusión lógica: “Escuchen” porque “La palabra de Dios está viva”. Dios habla ahora, hoy, a lo largo de la historia con su pueblo: en Sinaí, algunos siglos después en el salmo, luego a lo largo de los años a los lectores del mismo salmo, aun en un siglo posterior, cuando se escribió la epístola a los Hebreos, y todavía ahora, cuando nos acercamos a la lectura de este párrafo, habiéndonos preparado para “escuchar”. “Hoy escuchen su voz…” Lo que se afirma es que la palabra no cambió, habla hoy; está viva. No obstante, nuestras situaciones en que la escuchamos atentamente sí cambian. Por eso, preparémonos para escuchar antes de leer. Recordemos que el primer paso es “buscar el momento”.

 La palabra es “poderosa”.

Se cierra esta primera frase con otro término clave: poderosa.  “La palabra de Dios está viva y es poderosa”. En vez de poderosa algunas versiones proponen como traducción la palabra eficaz: “La palabra de Dios es viva y eficaz”.  En realidad, esta palabra en el sentido de eficaz = “eficiente” no se acerca a la idea original de la palabra, la cual en griego es energēs. Este término en el Nuevo Testamento se refiere a una operación u obra que va más allá de lo humano, es sobrenatural.3 ¿Cuál es el poder sobrenatural que tiene la palabra de Dios? Cuando nos preparamos y la escuchamos como tal, llega a lo más íntimo del ser humano, pone al descubierto nuestros sentimientos y pensamientos, nos permite vernos como el Creador nos ve (4.12-13). Nos permite ver con qué criterios nos juzgará cuando llegue el momento de una rendición de cuentas. Todo está expuesto frente a los ojos del que nos creó. Dios nos conoce tal como somos, porque es nuestro Creador. Como tal Él es omnipotente y omnisapiente, conociendo todas nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. 

Sin embargo, esta enseñanza no concluye aquí. Si termina con la idea de ser juzgados por lo que sentimos, pensamos y hacemos, ¿quién podría presentarse tranquilamente ante el juicio? Pero gracias a los nexos que vinculan los versículos 14-16 con los 12-13, encontramos otra manera que Dios nos conoce que se coordina con el conocimiento de Dios como Creador; esta segunda manera de conocernos puede traernos esperanza. El Creador se hizo hombre y por lo tanto nos conoce desde adentro. Por la experiencia humana de Jesús, Él entiende en carne propia lo que son nuestros pensamientos y sentimientos. Fue puesto a prueba “en todo” como nosotros, con la gran diferencia de no haber nunca incurrido en el pecado, i. e. él siempre actuaba conforme a la voluntad del Padre. Es el único representante digno para la humanidad.4 Gracias a esta comprensión divina, el trono de Dios no es solo un tribunal, sino más bien un “trono de gracia” donde se encuentra ayuda en los momentos en que “más la necesitemos”. ¿No nos da este párrafo material para seguir meditando?

¿Cómo termina el diálogo?

Después de meditar en lo que leo, o mientras leo, sigo dialogando en oración con Dios. ¿Cómo puedo realmente escuchar lo que me dice en mi “hoy” y llevarlo a la práctica? En realidad, el diálogo no termina. Podrá haber una respuesta de mi parte que se expresa en oración y/o en alguna acción que responde a la manera en que la Biblia, como Palabra de Dios, ha tocado de manera poderosa mi mente y corazón en el momento en que la experimento. Esta respuesta requiere meditar, es decir, tomar el tiempo para pensar en lo leído, preguntarme a mí mismo y a Dios cómo actuar en los momentos actuales que me tocan vivir. Parte de la respuesta seguramente es desarrollar con paciencia la práctica de acercarme a una lectura dinámica de la Biblia como parte de mi relación con Dios. 

Otras lecturas: Introducción al mensaje de la Biblia (ya mencionado). Sobre el papel de Jesús como personaje central en la Biblia, también recomendamos nuestro curso por internet: Lecciones sobre el Libro que presenta a Cristo. En el índice de “preguntas y respuestas” en bibliayteologia.org tal vez resulte útil la serie de respuestas sobre ¿Qué debo hacer para ser salvo?

Muchas gracias a varios lectores que han preguntado acerca de dónde empezar a leer la Biblia. ¡Esperemos que esta nota les sea útil!

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